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Foto del escritorVientos del Pueblo

DILE NO A LA FARSA ELECTORAL: ELIGE LUCHAR




La clase trabajadora y las masas populares pretenden ser arrastradas nuevamente a la farsa electoral. En plena crisis económica y sanitaria, con más de un millón de empleos perdidos el año pasado, con miles de pequeños negocios quebrados, campesinos arruinados, vendedores informales perseguidos día a día en las calles de las ciudades, miles de jóvenes que han desertado de las instituciones educativas por no poder cubrir las pensiones o contar con medios para la educación virtual, y miles de personas que mueren por el precario sistema de salud, se lanza una campaña electoral, qué más allá del embuste, constituye una burla y una afrenta ante las precarias condiciones de vida de la mayoría del pueblo.


El Movimiento Vientos del Pueblo le dice NO A LA FARSA ELECTORAL. Esta no es una posición estrictamente coyuntural, pues la sostenemos desde nuestros orígenes, afirmando ello como un aspecto determinante en la elevación de la consciencia de clase proletaria y en el desarrollo de su lucha por la transformación revolucionaria de la sociedad.



Las élites económicas resuelven sus pugnas a través del cabaret electoral


Las elecciones son la forma pacífica que tienen las élites económicas, los grupos burgueses, los nuevos y viejos ricos, para disputarse la administración temporal del Estado, es decir, ser gobierno. La burguesía no es una clase homogénea, existen intereses contradictorios entre sí, dados por sus formas de acumulación o enriquecimiento. Estos grandes grupos tienen un acuerdo permanente en cuanto al tipo de capitalismo que se desenvuelve en el país, las formas de explotación y opresión sobre las grandes masas trabajadoras y populares, pero además pugnan permanentemente para encontrar mayores beneficios. El grupo ganador instaurará políticas que no afectan al resto de la burguesía, pero que benefician especialmente a su sector. Por ejemplo, si gana Lasso se impondrán medidas que favorezcan a los banqueros y a la burguesía tradicional; si gana Arauz se beneficiará a aquellos que utilizan el Estado como palanca de acumulación a través de negociados y actos de corrupción. Así que, votes por quién votes terminarás legitimando a un sector de la clase dominante.


En las actuales elecciones se ubica nuevamente un antagonismo de fantasía entre el supuesto sector progresista (Arauz) y de izquierda (Carlos Pérez Guartambel), y el continuismo neoliberal representado (Lasso). Esto es una polarización construida por esos mismos partidos y los medios de comunicación, pues las diferencias no son tan de fondo como pretenden mostrar. A continuación detallamos el perfil de algunos de los candidatos a la presidencia.



Arauz y la “revolución ciudadana”


Arauz representa la intención de la burguesía burocrática de volver a la administración estatal para asegurarse el acceso a los grandes negociados que están vinculados al sector público; neutralizar las denuncias y acciones jurídicas contra sus miembros; y seguir siendo la punta de lanza del imperialismo chino. Recordemos que en diez años este sector amasó grandes fortunas; favoreció a su vez a los grandes bancos y monopolios, quienes obtuvieron las ganancias más grandes de la historia, incluso les perdonó grandes deudas bajo la figura de remisión tributaria que aplicó también Moreno; entregó nuestros recursos naturales al imperialismo, propiciando un saqueo cada vez más sistemático, re-primarizando la economía del país y abriendo paso a la megaminería; nos endeudó de una manera brutal con China, mientras otorgaba contratos a empresas de ese mismo país para que construyan infraestructura que les favorezca en sus operaciones; promovieron un plan elitista, mercantil y funcional en la educación; corporativizaron a varios segmentos de la población, cooptándola a variantes desclasadas y burocráticas que las alejan de sus reivindicaciones centrales y sus intereses de clase; criminalizó la protesta social con un código penal enfocado en neutralizar la lucha social; afirmó un estilo patriarcal y machista; y todo esto con el respaldo de varios sectores denominados de “izquierda”.


No olvidemos que fueron ellos quienes ubicaron a Moreno, tipo nefasto que lucró durante los diez años de revolución ciudadana, y es uno de los responsables de la actual debacle. Esta vez participan como UNES con un títere como Arauz quien es economista, sus padres, dueños de Universal Petroleum Solutions y de una agencia de viajes, recibieron contratos con el Estado por más de 1,5 millones de USD en el gobierno de Correa, en donde el actual candidato ocupó varios cargos como: Director del Banco Central y del Servicio de Contratación Pública. En su periodo como Ministro de Cultura organizó el Festival de las Artes Vivas de Loja, por un valor tres veces mayor al de ediciones anteriores. Su binomio, Carlos Rabascall, quien también ha hecho una serie de negociados con el Estado, con cuotas elevadas no justificadas, es accionista del Banco de Guayaquil y antes fue Secretario personal de Sixto Durán Ballén. Arauz ha dicho que “el indulto a Rafael Correa no será necesario porque los jueces revisarán la sentencia”. Y su mayor ofrecimiento es extraer oro de celulares viejos. Pura patraña cobijada bajo un discurso pseudo progresista.



Guillermo Lasso


Lasso es el principal accionista del Banco de Guayaquil, representa a la burguesía compradora y financiera de la costa, ha estado vinculado hace décadas al imperialismo estadounidense, de quien ha recibido varias inyecciones de capital. Nebot y la derecha tradicional lo apoya. En su carrera presidencial ha logrado alianzas de todo tipo, como en la segunda vuelta de las anteriores elecciones, incluso con partidos llamados de “izquierda” como Unidad Popular (Ex MPD) y el mismo Carlos Pérez Guartambel, quienes decían que prefieren un banquero a un autoritario.


En 1998, como ministro de economía fue uno de los responsables directos del feriado bancario que hizo migrar a más de tres millones de ecuatorianos. Con Lucio Gutiérrez fue embajador itinerante. Un informe de la Superintendencia de Bancos de Panamá comprobaba que Lasso estaba asociado a 49 empresas en paraísos fiscales (offshores), con el objetivo de evadir impuestos. Frente a esta situación Lasso aceptó tener un “pequeño banco en Panamá”.


En las últimas elecciones perdió ante Lenin Moreno (candidato del correísmo) aseverando que hubo fraude, pero meses después apoyó a Moreno en la consulta popular, hubo un pacto entre los legisladores de CREO y el gobierno, además ha tenido mucha injerencia en las decisiones del presidente. En esta campaña ha sido evidente su posición ultraconservadora y patriarcal.



Carlos Pérez Guartambel


Carlos Pérez no es ni indígena, ni ecologista, ni pobre como anda diciendo. Proviene de una familia de campesinos ricos de la parroquia de Tarqui (Cuenca), posee varias propiedades y un patrimonio de 367 mil dólares, además no registra declaraciones de impuestos en el SRI. Se dice ecologista, pero en años anteriores fue abogado patrocinador de solicitudes de extracción minera en 1999 en Azuay y Cañar; mientras defendía también a una serie de lubricadoras que contaminaban uno de los ríos de Cuenca. En sus inicios fue parte de la Izquierda Democrática, en 1996. Apoyado por el Corcho Cordero (uno de los personajes que lucró con el correísmo) y Freddy Ehlers llegó a ser concejal de Cuenca.


Pérez, quien antes era defensor de la minería, fue uno de los personajes que provocó división, desmovilización y despolitización de la lucha anti minera y antimperialista levantada desde el año 2005 en el sur del país, aquello le sirvió como catapulta electoral para que luego se diga “defensor del agua”.


En el 2018 se cambió de nombre a Yaku, para promocionarse bajo el discurso pachamamista. Llegó a la prefectura del Azuay con una votación mayoritaria en la zona urbana de Cuenca, más no de los sectores rurales o campesinos. Ha recibido críticas por no dedicarse a la prefectura, sino que simplemente utilizó ello para la actual campaña presidencial.

Participa por el movimiento Pachakutic, el cual ha servido de plataforma electoral para personajes catalogados como “Ponchos Dorados” como Lourdes Tiban, Salvador Quishpe y otros. Este grupo actualmente sufre una división interna entre sectores más alineados a la derecha y otros que incluso se mantienen cercanos al correísmo, como Jaime Vargas.

Lo apoya también Unidad Popular, ex – MPD, partido que al igual que Pachakutic apoyaron a Lucio Gutiérrez en el 2003, a Correa en el 2006 y en las últimas elecciones llamaron a votar por Lasso.


Su binomio, Virna Cedeño, es cercana a sectores de la derecha, ella incluso se ha declarado admiradora de Nebot.

En esta campaña además de hacer el ridículo en redes sociales, apareciendo con osos de peluche y bailando, ha dicho que Ecuador podría vivir de la “exportación de agua” y que no permitirá que nos quieran “privatizar el arcoíris”

Es un camisetero, demagogo, y oportunista que ha visto en la patraña electoral la mejor forma de ganar dinero. Su ideología es de derecha y no tiene nada de revolucionario, ni siquiera de “progresista”.



El resto…

El resto de candidatos son una mezcla entre personajes antiguos y nuevos que, aunque saben que no tienen opción de ganar, buscan de manera oportunista figurar, obtener los fondos que otorga el CNE, y por ahí acceder a algún beneficio a través de pactos en la segunda vuelta o jalar votos para candidatos a asambleístas.


Entre estos está: Juan Fernando Velasco que participa por el movimiento creado por María Paula Romo, Roldán y los ex ruptura; Isidro Romero, ex social cristiano, cercano a grupos económicos de la costa (ex esposo de Isabel Noboa), quien participa por el movimiento AVANZA del prófugo Ramiro Gonzales; Gustavo Larrea ex correísta, y ex mano derecha de Lenin Moreno; Xavier Hervas, quien está vinculado a grupos empresariales de la sierra; Lucio Gutiérrez ex presidente derrocado por actos de corrupción; el pasto Evangélico Gerson Almeida; entre otros quienes completan el actual circo electoral.


En la cuestión parlamentaria y las elecciones de asambleístas se está disputando no sólo un puesto fijo para lucrar con sueldos dorados, viáticos y prebendas, sino legislar en favor de los grandes grupos económicos, y además que cada bancada use ese espacio como mecanismo de acceso a negociados y presión política.



El papel del reformismo como bomberos de la lucha social


Aquí cabe prestarle mucha atención al reformismo, quienes han vivido bajo un rótulo de izquierda para que sus miserables dirigentes hagan vida económica de la politiquería burguesa. Son escuela de oportunismo, negocios familiares, donde los hijos de los caciques históricos se presenten como candidatos, así primero pasan por la dirigencia estudiantil, gremial o sindical, los hacen conocidos, y luego los lanzan a las candidaturas. Todo sería más sencillo si el enemigo fueran sólo los gobiernos de turno, las élites locales o el imperialismo. El problema es que la burguesía infiltra los sectores populares con el reformismo. Se generan organizaciones supuestamente de izquierda que tergiversan los principios teóricos de la revolución y enclaustran la lucha en márgenes institucionales e inofensivos para la estructura de poder, dando una fachada de participación, amplitud y democracia. Su objetivo es frenar cualquier movimiento revolucionario mientras crean estructuras burocráticas que permiten a sus dirigentes lucrar de la dictadura burguesa. No son más que bomberos de la lucha social. Han contribuido para que la burguesía arregle sus líos internos y se acogen a la “pomada milagrosa” denominada elecciones generales o cualquier otro tipo de proceso electoral (constituyentes, plebiscitos o referéndum) que arregle “dentro de las leyes” la crisis en las alturas de los gobernantes. Propaga la ilusión entre los trabajadores que las reformas y la “paz social” son posibles bajo el sistema de explotación. En un estallido social, la izquierda reformista es la primera que sale a las calles para reclamar por un “retorno a la democracia”. En estos momentos incluso han bastardeado las grandes Jornadas de Octubre y se han apropiado de consignas surgidas al calor de la lucha como “solo el pueblo salva al pueblo”.


El reformismo no tiene ninguna posibilidad de ganar, lo que está en juego para ellos es negociar espacios o cuotas de poder dentro del viejo estado. Generalmente presentan tres excusas para legitimar su participación electoral: todas las formas de lucha son válidas, defender los derechos del pueblo dentro del viejo Estado, y la acumulación de fuerzas para una supuesta revolución que existe sólo en su discurso. A través de esto embaucan a sus bases y a los sectores donde influyen. Para los comunistas todas las formas de lucha son válidas, pero las formas de lucha, no patrañas inútiles como las elecciones. Las formas de lucha varían históricamente y están vinculadas a la elevación de conciencia de clase del proletariado y al desarrollo de sus variantes organizativas, deben afirmar la independencia de clase para desmarcarse del tutelaje burgués, las elecciones perturban, tergiversan y limitan ello. En cuanto a la consecución o defensa de los intereses de la clase trabajadora y las masas, los reformistas sostienen que en el parlamento legislarán para el pueblo, ello es irreal por dos razones básicamente: la primera, porque una vez en las instituciones estatales estos grupos negocian con los grandes partidos burgueses y venden los derechos del pueblo, ello ha ocurrido históricamente; y segundo, porque la dictadura burguesa ha ido asumiendo variantes cada vez más fascistoides, restrictivas y conculcadoras de derechos, lo que agota cualquier esperanza o confianza en el Estado burgués. Refiriéndonos a la acumulación de fuerzas, vemos cómo el cretinismo electoral es la actividad principal de estos partidos, la gran mayoría de su actividad se limita a ello, por ello manifestamos que son escuelas de oportunismo, no de militancia revolucionaria; esta excusa de una supuesta acumulación de fuerzas se desmorona cuando analizamos la participación electoral de los partidos de la izquierda institucional, partidos como el PCE, PSE, MPD han desaparecido por no alcanzar el número mínimo de votos, y han tenido que recurrir, como es el caso del MPD-UP, al gobierno de Moreno para que les permita participar en el cabaret electoral. El reformismo niega la revolución en la práctica y hoy promocionan la candidatura por un lado de Aráuz (viejo PCE) y por otro la del camisetero Pérez (MPD-UP y Pachakutic).



El estado capitalista y la dictadura burguesa y su complicidad con el imperialismo


Es vital comprender que el Estado es un instrumento de dominación dirigido por las élites económicas para resguardar y afirmar su posición ventajosa en la sociedad. No representa pues a toda la sociedad, sino a un minúsculo grupo que se vale de las leyes, fuerzas represivas y toda la institucionalidad establecida para mantenerse en su sitial privilegiado. El tipo de Estado no cambia así lo conduzca tal o cual grupo dominante, lo que varía son las formas de gobierno, es decir, la gestión económica o política adquiere ciertos matices. Por ejemplo, la burguesía compradora tradicional es partidaria de un Estado con menor influencia en la economía, le da más peso a las privatizaciones, disminuye los aranceles, recorta la inversión social, etc., lo que consiente mayores ventajas económicas para banqueros, importadores y agro-exportadores; la burguesía burocrática privilegia un Estado interventor, regulador, donde éste tiene un papel muy importante en la economía, puesto que se convierte en cantera de negociados. Por lo tanto, en las elecciones no están participando las clases explotadas, sino las diferentes fracciones de la burguesía. En el plano político las formas de gobierno pueden adquirir diferentes matices, pero no modificarse en esencia.


Cabe señalar además que estos grandes grupos económicos están vinculados directamente al imperialismo, quien controla la economía y la política en los países semicoloniales. El correísmo sirvió como punta de lanza del imperialismo chino en el país durante diez años, el triunfo de Moreno sirvió para restaurar el predominio norteamericano. La disputa inter-imperialista, que sin duda alguna llegara a una conflagración militar mundial, hoy se resuelve, en muchos partes del mundo, a través de las elecciones. Es decir, en medio de esta patraña “democrática” se encuentran también en juego los intereses de los centros imperialistas. No existe la mínima posibilidad de un proyecto “nacional o antimperialista”. A fin de cuentas se elige un lacayo que reciba las órdenes de los grandes monopolios transnacionales y el país continúe siendo saqueado.


Nos viven hablando de democracia y participación, de ser responsables en “nuestro ejercicio ciudadano”. La democracia burguesa es la forma históricamente concreta que tiene la clase capitalista de organizar el poder e imponer su voluntad. La democracia no sirve a todos por igual, sino al sector dominante. Cada una de las instituciones, leyes, espacios de participación, etc., están diseñados para resguardar aquello. Por eso cabe preguntarse quién diseña y ejecuta las leyes, en beneficio mayoritario de quién están estipuladas; los ministerios por quiénes son dirigidos; las fuerzas represivas a quién reprimen, etc. Toda democracia es una dictadura que encubre la dominación del grupo históricamente dirigente. La democracia no es perfectible, es imposible llegar al ideal de una democracia pura y absoluta, puesto que en ésta siempre existirá dominación. Las élites han refinado las formas de opresión mediante variantes “democráticas”, acordes a un determinado momento histórico y según la conveniencia de sus intereses adoptan una u otra forma de gobierno. Cuando sus intereses se ven afectados directamente por la presión de las masas populares, utilizan el aparato represivo del Estado de una manera directa, develando su verdadero carácter de clase, asumiendo formas fascistas o militaristas; cuando las condiciones sociales, políticas y económicas aparentan una relativa estabilidad, envuelven a las masas populares en un espejismo de “participación ciudadana”, utilizando conceptos hueros como “democracia representativa”, “democracia delegativa”, “democracia participativa/directa”, etc. Sin embargo, ningún cambio de forma de gobierno o aplicación de conceptos “modernos” modifica la esencia del carácter de clase del Estado burgués.



¿A quién representan las máquinas electoreras?


Los partidos políticos son la representación directa, por un lado, de los grupos monopólicos más fuertes del país; y por otro de una serie de organizaciones e individuos oportunistas que generalmente cobijados bajo el rótulo de “izquierda” pretenden captar pequeños espacios de poder que permitan a sus dirigentes hacer vida económica de la política. Estas maquinarias politiqueras tienen dos fuentes de financiamiento: el Fondo de Promoción Electoral y el Fondo Partidario Permanente. El Consejo Nacional Electoral ha destinado 92 millones de dólares para la organización de las elecciones, aparte de ello ha entregado 20 millones de dólares para promoción electoral divididos entre los partidos participantes. Cabe señalar además que el infame Código de la Democracia permite donaciones voluntarias, lo que asegura a algunos sectores el acceso a puestos, contratos, negociados, o favores, si el candidato al que apuestan gana. Pero ello no es todo, los partidos politiqueros reciben un fondo permanente anual, supuestamente para que realicen procesos de formación o publicaciones, cuando en realidad ello es repartido entre los caciques de dichos grupos. El fondo entregado en 2019 fue de aproximadamente 3,5 millones de dólares, distribuido entre 7 organizaciones políticas nacionales; es decir, un promedio de 500 mil dólares, que se suma a los aportes de sus afiliados y de las empresas vinculadas a sus actividades.



El papel de las elecciones en la dictadura burguesa


Las elecciones se efectúan con el propósito primario de legitimar el sistema, la política y las acciones de la clase dominante dándoles una fachada de mandato popular. Así, las medidas instauradas cuentan con una “aprobación previa” otorgada por los sectores populares, que no tendrían por qué quejarse pues ellos mismo “eligieron” a sus representantes. Detrás del mito de la representatividad, vía elecciones, se esconde el interés de las clases dominantes de llevar al pueblo a participar de un juego en el que nunca va a ganar.


Confinan, controlan y canalizan la actividad de las masas populares a un espacio inofensivo para la estructura de poder, un ámbito que las clases dominantes lo manejan a todo nivel. Las grandes jornadas de lucha social como las protestas de Octubre, o el descontento de los trabajadores, que han realizado marchas y plantones durante estos meses de pandemia, buscan ser trasladadas a espacios institucionales inútiles, que simplemente las desarman, cooptan y bastardean.


Generan una ilusoria idea de participación en las masas, donde al parecer están decidiendo algo. Ese es uno de sus efectos políticos más peligrosos pues desarman la confianza del pueblo en sus propias organizaciones y en variantes genuinas de lucha. Las elecciones inducen a la pasividad, al conformismo, a aceptar el orden establecido en una participación que se vuelve rutinaria. La idea del mal menor se naturaliza en los sectores populares que, supuestamente al no encontrar otros mecanismos de participación, se conforman con votar por uno u otro candidato, así históricamente sepan que no resuelven sus necesidades.


Las elecciones coartan y limitan la independencia de clase. Es confiar en un mesías, en un salvador, y no sólo eso, sino mantenerse bajo el tutelaje de la clase dominante. Esto tiene que ver no sólo con el ejercicio de la hegemonía por parte de la clase dirigente, sino por el escaso desarrollo de las organizaciones de clase del proletariado. Implica en la práctica ir detrás del programa de la burguesía.


Por lo tanto, las elecciones tergiversan, controlan, confinan la verdadera lucha de las masas populares, tanto para la consecución de sus derechos, como para la revolución. Es un mecanismo político e ideológico desmovilizador que funciona como contención de la lucha, pero además sirve para reoxigenar cada cuatro años al viejo Estado. Generalmente las elecciones refrescan un status quo en crisis, y dan una apariencia de cambio que se desmorona en pocos meses.



Un nuevo momento


El mundo ha entrado en una nueva fase histórica determinada por varios factores:


- La emergencia de China y su consolidación en los últimos quince años como una potencia imperialista que extiende sus tentáculos a todo el mundo, endeudando a varios países semicoloniales, dominándolos, controlando sus recursos naturales, y exportando a éstos sus mercancías y capital.


- La tendencia decreciente de la tasa de ganancia de los grandes oligopolios capitalistas, hecho que se manifiesta desde 1973, pero que en la actualidad es mucho más fuerte pues se encuentra mediado por la expansión de las corporaciones chinas, quienes son un fuerte competidor para las empresas norteamericanas y europeas.


- Ante ello los capitalistas pueden mantener esos márgenes sólo recurriendo a la explotación intensiva de las masas trabajadoras, lo que implica un ataque sistemático a sus derechos y reivindicaciones, por lo tanto promueven contra-reformas agresivas en materia laboral y social, y un saqueo cada vez más intensivo de las materias primas de las semicolonias. El imperialismo ha entrado en un callejón sin salida: para asegurar las ganancias debe agudizar la explotación, lo que implica una serie de respuestas por parte de las masas populares que, al verse despojadas de lo poco que les queda, toman las calles para defenderse.


- La dictadura burguesa es cada vez más restrictiva, punitiva, criminalizadora y conculcadora de derechos. Ha perdido su carácter progresista. Los mecanismos pacíficos e institucionales son estériles e inefectivos. Se instala una lógica fascista aplicada como una política general del imperialismo para imponer sus medidas y aplastar la protesta de las masas populares en todo el mundo.


- Existe una explosión social en varios países desde el 2010, pero que se ha intensificado desde el 2018. Existe un clima de ingobernabilidad generalizado, y las masas populares han tomado nuevamente las calles y las formas de lucha violenta para defender sus intereses de clase.


- Los procesos electorales no son más que una forma que asume la disputa imperialista especialmente en las semicolonias, donde los grupos económicos alineados a China o EEUU se enfrentan pacíficamente en las urnas. Este es un hecho temporal, pues la conflagración mundial llevará sin duda alguna a guerras civiles y pugnas violentas para que se afirme el control imperialista de uno u otro bando sobre sus patios traseros. El hecho que la dictadura burguesa haya asumido formas cada vez más restrictivas y conculcadoras de derechos marca la caducidad de los mecanismos institucionales, y la inutilidad de las elecciones, pues la obtención o defensa de los derechos de las masas desde allí es totalmente inefectiva e inútil.


- Como dirían Lenin y Stalin, a las masas y al proletariado, en la época del imperialismo, sólo les queda por aplicar los mecanismos más contundentes y radicales de lucha para que puedan aplastar el viejo orden.



Elegimos luchar


Ante estos hechos es evidente que las elecciones no aseguran nada. No permitirán, ni siquiera, que las masas defiendan sus derechos. Las posibilidades para ello han caducado, y no son más que promesas demagógicas que jamás van a cumplirse. La historia demuestra que sólo la lucha popular ha permitido que las masas conquisten cosas. Hagamos esa enseñanza nuestra no sólo en el discurso sino en la práctica.


Algunos preguntan que si rechazamos las elecciones ¿cuál es la alternativa? Y pues es la que se teje y construye día a día. Los procesos organizativos que se levantan en las diferentes clases y grupos sociales explotados y oprimidos; la gestación de una nueva corriente revolucionaria en el país; los mecanismos de formación y capacitación política y militante de las masas; las labores de agitación y propaganda; las movilizaciones; y todos los elementos que contribuyen a afirmar la independencia de clase y enfocan al pueblo en su verdadero objetivo: la revolución. Es muy cómodo y limitado creer que no hay más alternativas que las que nos presentan las clases dominantes. Es clave distinguir la política de la politiquería burguesa.


No votar o anular el voto implica el mayor acto de responsabilidad y compromiso, pues implica dejar de lado la comodidad de elegir entre los candidatos de la burguesía y el oportunismo, implica ser parte activa de los procesos de organización y lucha de las masas populares.


Hacemos un llamado a decirle NO A LA FARSA ELECTORAL, lo que implica ANULAR EL VOTO O NO ACUDIR A VOTAR, como una forma de rechazo ante estos mecanismos de dominación burguesa. No es más que eso. No es una fórmula de poder. El verdadero poder proletario se construirá cuando las masas populares barran, utilizando su fuerza, todos estos organismos caducos e inservibles y logren crear una nueva sociedad, en ello es en lo que hay que enfocar los esfuerzos.


¡Abajo el cretinismo electoral!

¡Dile no a la farsa electoral!

¡No votar o anular, el camino del pueblo es luchar!


Movimiento Vientos del Pueblo

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