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  • Movimiento Vientos del Pueblo

PRIMERO DE MAYO COMBATIVO, NO MÁS ABUSOS, NI DESPIDOS


Este Primero de Mayo se desenvolverá en un contexto diferente, marcado la expansión del COVID-19 y las restricciones de movilidad que han establecido los Estados en diferentes partes del mundo. Ello no debe ser un impedimento para que la clase trabajadora ejerza su protesta contra el sistema imperante.


Las élites burguesas y empresariales pretenden utilizar la pandemia como excusa para implementar una serie de medidas que flexibilizan y precarizan las relaciones laborales.La modificación, suspensión o reducción de la jornada de trabajo; la ampliación de causales para provocar despidos y no reconocer indemnizaciones; las rebajas en la aportación patronal al IESS; el control de la gerencia sobre las vacaciones; la instauración de la polifuncionalidad; la inestabilidad a través de la prevalencia de contratos temporales o a plazo fijo; e incluso la reducción de los salarios; han sido camufladas como disposiciones temporales, sin embargo, pretenden ser elevadas a ley a través de una contrarreforma al Código del Trabajo.En Ecuador hay más de 5 mil denuncias por despido intempestivo, la cifra sin duda es mucho mayor, proyectamos que alrededor de 100 mil personas han perdido su empleo en el último mes y medio.


Los burgueses pretenden volver a la normalidad a costa de la salud de los trabajadores, como ellos reposan cómodamente en sus mansiones, no se verán afectados por la pandemia. Incluso han llegado al punto de desconocer que el COVID-19 pueda ser considerado como enfermedad profesional, y en el caso de que un trabajador resulte contagiado tendrá que demostrar que ello ocurrió en las inmediaciones de la empresa, imponiendo una serie de obstáculos administrativos para lograrlo.


Despidos, recortes de personal, baja de salarios, precarización laboral, desempleo, pequeños negocios quebrados, campesinos sin poder comercializar sus productos, vendedores ambulantes en la marginación absoluta, un sistema de salud incapaz de responder ante la situación, miles de muertos, son aspectos que se han agudizado pero que forman parte del cotidiano vivir de las masas populares en el capitalismo imperialista.


Las causas que originan ello no residen en la actual crisis sanitaria, sino en las necesidades de los capitalistas de sostener y ampliar su tasa de ganancia, a través de una cada vez más intensa extracción de plusvalía a la clase obrera. Los burgueses han buscado ello históricamente: primero lo realizaban ampliando la jornada laboral; posteriormente implementando la técnica para elevar la productividad, reduciendo el tiempo de trabajo necesario; y en la actualidad pretenden combinar esto último con un despojo de derechos que reduzcan en sí costo de la mano de obra.


No podemos olvidar que el sistema capitalista imperialista atraviesa crisis cada vez más permanentes, motivadas no sólo por la sobreproducción o el aumento de su variable especulativa y rentista, sino además por la competencia entre los grandes monopolios de las potencias. El desarrollo en los últimos años del eje chino-ruso, ha puesto en cuestión la hegemonía norteamericana, reduciendo sus márgenes de ganancia y provocando una pugna cada vez más intensa por el control de las semicolonias. Esta disputa, que en un momento fue básicamente comercial, se resolverá violentamente. Los diferentes bandos imperialistas, para salir airosos, deben explotar de una manera más acelerada y estructural a las semicolonias. Las formas que emplean son el endeudamiento, el control de los recursos naturales, recortes en inversión social, y medidas que permitan abaratar los costos de producción. En ese sentido cuentan con el respaldo de los grandes burgueses locales y los terratenientes, quienes a su vez dirigen Estados lacayos y dependientes, imponiendo una serie de medidas dictadas desde los centros imperialistas, que benefician también a las élites locales, y vuelven insostenible la situación de las grandes masas trabajadoras.


En medio del confinamiento, la clase trabajadora ha encontrado formas concretas de luchar contra las imposiciones patronales y estatales. En varios países del mundo se han generalizado las protestas, a través de recursos nuevos y tradicionales. En Ecuador, las denuncias se han expandido a través de las redes sociales; se han emprendido campañas de boicot contra las empresas que despiden; se han desarrollado formas de solidaridad entre el pueblo, el cual se apoya mutuamente para subsistir en medio de la crisis; los obreros de Incasa, Edesa, Confiteca, Hilsea, y varias empresas más, superando la inmovilidad de la burocracia sindical, han realizado protestas en los exteriores de las fábricas, convirtiéndose en un ejemplo para sus hermanos de clase. Los discursos de paz social no pueden ser aceptados por el proletariado; si hay despidos, hambre, y muertes, no puede haber paz.


Cuando se vuelva a la normalidad, no será para seguir engordando las cuentas de los parásitos burgueses, sino para recuperar en las calles todo lo arrebatado. Las protestas deben generalizarse, no sólo para golpear de manera contundente al gobierno lacayo de Moreno, sino para fortalecer los niveles de consciencia y organización de la clase trabajadora y los sectores populares. No se puede permitir más, que los partidos burgueses de izquierda y derecha, cabalguen en la lucha de las masas para conducirlas al camino institucional y al fango electoral. Desde ya, los Correa, Lasso, Nebot, Pérez-Guartambel, Vargas, Yunda, Sonnenholzner y Romo, están promocionándose como salvadores del pueblo. El proletariado no puede caer en esos embustes, debe luchar contra todas las facciones de la clase dominante y sus representantes políticos.


Los viejos métodos empleados por los partidos reformistas y sus centrales sindicales: el diálogo, el colaboracionismo, el parlamentarismo, el economicismo, el frentismo y el coyunturalismo, resultan insuficientes para los trabajadores, sólo los retrasan, postergando su emancipación definitiva. Ante esta situación es vital afirmar el sentido combativo del Primero de Mayo, experiencia histórica que nos demuestra que las masas populares obtienen conquistas sólo a través de la lucha. Las enseñanzas de Octubre aún laten en el corazón de los oprimidos. Nada se ha logrado por dádivas de los capitalistas o los gobiernos de turno. Al exacerbar el imperialismo las contradicciones básicas de la sociedad (capital-trabajo, países oprimidos y opresores, disputa interimperialista) la solución de las masas populares no puede provenir de una reforma al sistema, sino de su derrocamiento.


"En el período prerrevolucionario, en el período de desarrollo más o menos pacífico, cuando los partidos de la II Internacional eran la fuerza predominante en el movimiento obrero y las formas parlamentarias de lucha se consideraban las fundamentales, en esas condiciones, el Partido no tenía ni podía tener una importancia tan grande y tan decisiva como la que adquirió más tarde, en las condiciones de choques revolucionarios abiertos. Kautsky, defendiendo a la II Internacional contra los que la atacan, dice que los partidos de la II Internacional son instrumentos de paz, y no de guerra, y que precisamente por eso se mostraron impotentes para hacer nada serio durante la guerra, en el período de las acciones revolucionarias del proletariado. Y así es, en efecto. Pero ¿qué significa esto? Significa que los partidos de la II Internacional son inservibles para la lucha revolucionaria del proletariado, que no son partidos combativos del proletariado y que conduzcan a los obreros al Poder, sino máquinas electorales, apropiadas para las elecciones al parlamento y para la lucha parlamentaria (…) Pero las cosas cambiaron radicalmente al llegar el nuevo período. El nuevo período es el de los choques abiertos entre las clases, el período de las acciones revolucionarias del proletariado, el período de la revolución proletaria, el período de la preparación directa de las fuerzas para el derrocamiento del imperialismo y la conquista del Poder por el proletariado. Este período plantea ante el proletariado nuevas tareas: la reorganización de toda la labor del Partido en un sentido nuevo, revolucionario, la educación de los obreros en el espíritu de la lucha revolucionaria por el Poder, la preparación y la concentración de reservas, la alianza con los proletarios de los países vecinos, el establecimiento de sólidos vínculos con el movimiento de liberación de las colonias y de los países dependientes, etc., etc. Creer que estas tareas nuevas pueden resolverse con las fuerzas de los viejos partidos socialdemócratas, educados bajo las condiciones pacíficas del parlamentarismo, equivale a condenarse a una desesperación sin remedio, a una derrota inevitable. Hacer frente a estas tareas con los viejos partidos a la cabeza, significa verse completamente desarmado. Huelga demostrar que el proletariado no podía resignarse a semejante situación" (Stalin, 1924).

Es una necesidad impostergable construir una línea roja en el movimiento obrero y popular, que genere los elementos necesarios para una verdadera revolución: organizaciones sindicales de nuevo tipo; frentes de masas guiados por la línea proletaria; y lo más importante, desarrollar un verdadero partido de vanguardia que, con el método científico del marxismo, provoque una estrategia revolucionaria para echar abajo el capitalismo. La radicalidad del proletariado está en su línea y en su programa, no sólo en los discursos incendiarios. Si la clase obrera y las masas populares lo adoptan conscientemente, podrán superar todas las batallas que se le presenten hasta la victoria final y la construcción del socialismo.


Se vienen grandes días de lucha. La clase obrera deberá ubicarse nuevamente como vanguardia, estableciendo una alianza estratégica con las masas campesinas y semiproletarias, y atrayéndose a todos los sectores oprimidos por el sistema capitalista imperialista. Dicho cometido se llevará afirmándose desde la independencia de clase, lo que permitirá una verdadera unidad y solidaridad entre el pueblo al margen del tutelaje burgués.


La lucha por las reivindicaciones deberá trascender el plano estrictamente económico y espontáneo, y deberá convertirse en una lucha política por demoler el orden actual de las cosas, siempre persistiendo en una línea anti-imperialista, anti-capitalista y anti-reformista.


¡La rebelión se justifica!

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