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Gobierno de Noboa: ningún avance para el pueblo

  • Foto del escritor: Vientos del Pueblo
    Vientos del Pueblo
  • 15 ago
  • 3 Min. de lectura
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Desde el inicio de su gestión, Noboa ha mostrado con claridad a quién sirve: al imperialismo gringo, a sus socios locales y a la consolidación del capital de su grupo económico.


Se sostiene en el poder con los discursos trillados sobre la “reactivación económica” y la “lucha contra la inseguridad”. Pero, más allá de las palabras, ¿qué ha hecho?


En el plano económico, su primera jugada fue la Reforma Tributaria, que condonó deudas millonarias a los grandes grupos monopólicos. En el caso del Grupo Noboa esto significó librarse de pagar 59 millones acumulados durante años por evasion de impuestos. Hace apenas un mes, mediante la Ley de Integridad Pública, su familia redujo otra deuda tributaria de 98 a 22 millones.


En cuanto al empleo, se jactó de crear 63 mil plazas para jóvenes en los primeros meses de gestión, pero la realidad es que se trató de contratos por horas, con la consecuente reducción de empleos plenos y el aumento de la precariedad laboral. Esto fortaleció la inseguridad laboral, mientras benefició a un grupo de grandes empresarios que contrataron mano de obra ultraexplotada.


A esto se suma el despido de 5000 funcionarios públicos bajo la excusa de “eficiencia del Estado”, con proyecciones de hasta 50 mil despidos más hasta 2028. No sólo quedaron desempleados con familias que sostener, sino que fueron estigmatizados de irresponsables, insensibles e inservibles. El mensaje para los que quedan es claro: obediencia o la calle.


Paralelamente, el gobierno impulsa la idea de que los servicios públicos son caducos y debe darse paso a la empresa privada. No es casual que el hospital más importante del país, el Eugenio Espejo, sufra desabastecimiento de medicinas, personal y alimentos: el deterioro planificado sirve de excusa para privatizar.


En materia de seguridad, ¿realmente se combate al narcotráfico? Podrán vanagloriarse de capturar a Fito, pero, ¿qué ha cambiado? Los contenedores de banano cargados de droga siguen llegando a Europa, la banca y las grandes empresas no son fiscalizadas, y los funcionarios vinculados al narcotráfico no son investigados. Esto mientras el pueblo sigue viviendo extorsiones, desapariciones y masacres.


La supuesta “lucha contra el narcotráfico” ha servido más para sembrar el miedo e incertidumbre que para dar resultados. El objetivo es que la población acepte sin resistencia, medidas económicas y políticas regresivas: aumento del IVA, incremento de precios del gas y la gasolina, despidos en el sector público y privado, discursos de mano dura, miitarización de la sociedad, más poder a las fuerzas represivas, y mayor injerencia estadounidense bajo la etiqueta de cooperación.


Estas medidas han reducido nuestro poder adquisitivo y preparado el terreno para contener cualquier levantamiento popular. Ejemplo de ello fueron las protestas antimineras en Las Pampas y Palo Quemado, donde el ejército defendió los intereses de la canadiense Atico Mining, vinculada a la familia Noboa. El saldo: represión, criminalización y 70 comuneros enjuiciados por “terrorismo”.


No es un hecho aislado. El extractivismo sigue despojando a comunidades de sus medios de vida, criminalizando la resistencia y devastando territorios en beneficio de capitales extranjeros. El gobierno promociona al Ecuador como “destino minero”, e impulsa reformas legales para facilitar estas actividades y negocia tratados de libre comercio que favorecen el saqueo.


El Ecuador carga con el desempleo, inseguridad, migración forzada, abandono en salud y educación. Los sectores populares vivimos una situación cada vez más grave.


Mientras el país se sigue cayendo a pedazos, quienes gobiernan velan por sus propios intereses. Noboa, representante del viejo Estado, es otro embaucador que, como tantos antes, pone el aparato estatal al servicio de su clase. Sus intereses son irreconciliables con los de las grandes masas populares.


Las movilizaciones y la futura consulta popular no son llamados a la seguridad o bienestar de los ecuatorianos; sino, son mecanismos politiqueros para medir la popularidad, para afianzar el poder.


No debemos dejarnos engañar por discursos de mercachifles. Es momento de abrir los ojos y comprender que el camino institucional es el fango para el avance de nuestras reivindicaciones. La única forma de cambiar de raíz nuestras condiciones de vida y construir una sociedad de nuevo tipo es organizarnos y combatir a quienes nos mantienen en la miseria.

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