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EXPLOCEN

  • Foto del escritor: Vientos del Pueblo
    Vientos del Pueblo
  • hace 16 minutos
  • 6 Min. de lectura

En la provincia de Cotopaxi varios obreros se tomaron una fábrica perteneciente al ISSFA. La decisión se tomó de forma unánime para exigir la firma del contrato colectivo, la estabilidad laboral y el retorno de cinco obreros despedidos. La rebelión necesitaba una cabeza, pero la dificultad de encontrar un líder obrero consecuente -en un país cuya historia está plagada de líderes sindicales oportunistas- no fue poca.


Quien inicialmente se puso a la cabeza era un hombre de baja estatura pelo rizado, piel cobriza y un poco corvo cuyo nombre mancharía las páginas de esta historia con la tinta de la traición.


Otro de los que estaba al frente era Fredy C. hombre robusto con un estomago de bombo y sin un brazo, lo había perdido en una extraña circunstancia. Desde el primer día sabían que serían hostigados y que en el pecado de rebelión, llevarían la penitencia.




El trece de julio sonó en el Ecuador un grito que desde hace mucho se había perdido entre el eco de los años.

  • ¡Qué viva la  huelga compañeros!

  • ¡Qué viva¡

  • ¡Abajo la patronal!

  • ¡Abajo!

  • Abajo los gerentes corruptos.

  • ¡Abajo!


El tapabocas que llevaban puesto, debido a la pandemia, no impidió que el grito de más de 58 espíritus sea escuchado en todo el país. Por dentro cada uno de los miembros sentía el temor de lo que pasaría, ya que desde que se cerraron las puertas ninguno podría salir. Ninguno podría ver a su familia hasta que se alcanzara la victoria y nadie sabía cuántos días duraría la huelga.


Inmediatamente avisaron a sus esposas e hijos. Reunidos en la cancha de vóley se planificaba cada detalle para resistir la embestida de la policía. Apenas se supo de la paralización de las actividades, el gerente se contactó con las fuerzas represivas y continuó la persecución a cada uno de los miembros del sindicato. Pero, el intento de amedrentarlos solo avivaba más la llama de la lucha obrera.


La dirección nacional de inteligencia leía los nombres de los rebeldes uno por uno y empezaron a intervenir sus celulares, acechar sus casas, revisar las carpetas y vidas de manera minuciosa para despedirlos y debilitarlos moral y psicológicamente. Mientras eso pasaba, en el exterior militares y policías antimotines rodeaban la fábrica y con la frase precautelar la seguridad justificaban su presencia.


El mejor epíteto que encontraron los directivos de la empresa y el Estado fue el condenado TERRORISTAS y para enfrentar el terrorismo se necesitan armas, escudos, bombas lacrimógenas, juicios penales, el oxímoron inteligencia policial. 


La primera noche las mujeres llevaban pan, arroz, aceite, azúcar, café cosas básicas para soportar los días venideros. Entre el claroscuro de la angustia,  las esposas sentían que el amor era más grande y los hijos hacían de sus padres héroes pero, conforme pasaba el tiempo, el dinero escaseaba y cada suspiro de hambre alimentaba la bola de nieve del derrotismo.


A ese suspiro se sumó la noche negra. En la madrugada del 31 de julio se infiltró la Unidad de Mantenimiento del Orden U.M.O; 300 efectivos buscaban decapitar el movimiento, querían secuestrar a los directivos del sindicato. Rodearon los autos en los que varios dormían y los cubrieron con escudos para que ninguna cámara capte la operación.


Uno de los obreros dijo:

  • Quiero la orden de desalojo y la orden de detención.


    El policía respondió


  • Cuando estés dentro de la cárcel te va a llegar esa orden.


    Después le propino un disimulado golpe en el hígado. Los dirigentes se lograron esconder, evitando ser secuestrados. Así, el frente obrero se hizo acero en la fragua y  con cada golpe propinado tomaba más forma.


    Se levantó una carpa en las afueras de la empresa.  Una cocina industrial, ollas, tinas, tasas platos así se preparaba el rancho de la clase, por turnos para la preparación de los alimentos y un respaldo incondicional. Era la unidad de la clase contra la unidad de la clase burguesa. Mientras las ollas humeaban en la cocina improvisada, en la fiscalía de Cotopaxi, se fraguaban las denuncias penales contra los miembros del sindicato.

    Así pasaban el sol y la lluvia y a la memoria venían tiempos mejores.




  • “Tantos años de mi vida en esta empresa, me acuerdo el primer día, el viento pegaba fuerte esa mañana  y sentía la emoción de tener trabajito. Y los químicos, que ni por más que usé los RPP, igual me dolió la cabeza.”

  • Respondió  J: pero poco a poco nos acostumbramos a ese mareo  a ese dolor de cabeza, aunque sí afecta la salud.

  • Quién diría haber dado tantos años de la vida y ahora nos tratan como que fuéramos gente ajena, a tratarnos como ladrones.


Esos eran los temas de conversación que a veces motivaban y otras desalentaban pero algo que dio aliento a la lucha fue la ocasión que movimientos políticos y sociales se acercaron a donar todos los implementos necesarios para resistir la huelga. Fueron; MIR, MGTL, Vientos del Pueblo, FUT, CONAIE entre otros.


Pero una de las noches más memorables fue cuando cerca de 80 personas llegaron en un bus lleno de militantes del Bloque Proletario llevando, alimento y conciencia de clase. Danza, poesía y música escrita por combatientes para combatientes.


Una de las canciones inspirada en la huelga decía así:


La familia con ansia hoy espera

A un obrero volver del trabajo

No se explican por qué del retraso

de quien hace girar a la tierra

¿será acaso que está bajo fiera,

y tenaz opresión del patrono?

Que lo exprime con ávido encono

que lo trata según le apetece

que a su juicio es el dueño del trono.

II

Pero pronto llegó la noticia

En la fábrica hubo un revuelo

Ha subido la tierra hasta el cielo

Los obreros buscando justicia

Atraparon patrona malicia

Encerraron al trueno y al rayo

Viejos reyes se hicieron vasallos

Las espaldas se irguieron potentes 

Rojo sol que ilumina la frente

Del relámpago que alumbra mayo.


Entre acto y acto sonaba la canción de Chila Jatún Justicia Para Vivir misma que animaba a la danza y al rito de los insurgentes que, cubiertos por  la  noche, levantaban sus brazos al cielo implorando la pronta venida de la diosa libertad. Tan anhelada como el niño que patea en el vientre de la madre pero que no se sabe cuándo llegará. 


Los rayos solares sobre la hierba evaporaban el agua proveniente de las lluvias decembrinas, sobre la calle caminaban las familias que iban a dar una sorpresa a los huelguistas.  Llevaban cuyes asados, papas, salsa de maní, lechugas en cantidades suficientes para más de 60 personas.


Al verlos llegar los ojos oscuros de Freddy se iluminaron, los labios partidos de A. sonrieron y sobre  las mejillas cuarteadas de J. rodaban lagrimas de alegría. Así celebrarían la Navidad  junto a sus seres amados  y al dar las 00h00 para amanecer 25 de Diciembre se disponían a cenar.


Al intentar colocar la cuchara en el plato sopero que contenía el ají, para  untarlo en la pata crocante del cuy asado, un ruido extraño sobresaltó a todos los comensales.


  • Freddy Escuchaste eso.

  • Pilas compañeros se están queriendo meter a la fábrica. Agarren los palos pónganse en todas las puertas, J. anda a la puerta que da al bosque.

  • Vamos compas.

  • Entre la sombras se escuchó el grito de una mujer.

  • Mujeres hagamos cadena, aquí en la puerta estos malditos no se van a poder meter.

  • Apuren, agárrese fuerte, agarren todos en la puerta.



Así, entre el tira y  afloja lograron atrapar a uno de los huelguistas lo metieron en la patrulla y se lo intentaban llevar. Todos se unieron impidiendo que el vehículo arranque. Llegó el abogado; un pequeñoburgués barbado,  calvo y  alto intentando dialogar con la policía pero no dio resultado.


Se dieron las diez de la mañana y una heladera aprovecho el bullicio para vender sus helados, al tumulto que a veces peleaba y a veces se calmaba. Policías, familiares de los trabajadores, militantes, todos disfrutaban el sabor a mora,  chicle,  chocolate y ron pasas.


Nuevamente la policía intentó romper la cadena humana que se formó en la puerta pero enseguida llovieron helados sobre los chapas. A falta de piedras caían los heladazos en los cascos policiales para nublarles la visión. Patadas, puñetes, gas lacrimógeno  y helados de sabores todos mezclados en una navidad llena de lucha y solidaridad.


Finalmente, la policía después de amenazar y tomar fotos de los presentes para hostigarlos en el futuro se retiró a las 19h00. La dignidad obrera,  conseguida con lucha, llenó de satisfacción y coraje a todos los combatientes.

Hoy la huelga sigue, está ahí en las pesadillas de los gerentes de EXPLOCEN , de ARCA Continental, es el peor miedo de Juan Eljuri, y cada vez que cualquier dueño de un  grupo monopólico piensa en ella se orina de pavor. La huelga continúa.



Por: Arfonso Guaraguao

Fotografías: Contrapique

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