PROGRESISMO: LA CARA RENOVADA DE LA DOMINACIÓN IMPERIALISTA
Andan revoloteando por ahí una serie de trepadores que se rotulan como progresistas. En Latinoamérica estos discursos (re)surgieron como supuesta oposición al neoliberalismo en medio de la crisis económica, política y social vivida en la región a inicios del nuevo milenio. Así apareció el socialismo del siglo XXI, “teorizado” por el ultra-reformista Heinz Dietrich, e impulsado por los Chávez, Lula, Correa, Morales, Kirchner-Fernández, Bachelet, Lugo, quienes llegaron a gobernar varios países. Hoy, fantochadas como el Grupo de Puebla, sirven como caldo de cultivo para estos parásitos expertos en lucrar del viejo Estado.
Históricamente el progresismo intentó posicionarse como una corriente política que promovía una supuesta mejora en los derechos y garantías para los sectores populares dentro del mismo régimen capitalista. Es decir, siempre ha tenido una postura socialdemócrata, anti-revolucionaria y reformista. Tuvo su auge con la consolidación del autodenominado Estado de Bienestar en varios países imperialistas, especialmente después de la 2da Guerra Mundial, momento en el que el sistema burgués logró hacerse de importantes tasas de beneficio, lo que le permitió incorporar algunas medidas de tinte social. Después de ello el ropaje progresista se volvió una quimera, pues las élites monopólicas se centraron en ejecutar políticas que contrarresten su baja en las ganancias y ello sólo mostró y afianzó las variantes más reaccionarias del capitalismo.
Hoy estos discursos vuelven a ganar terreno después de la debacle de varios gobiernos anti-populares, de derecha y abiertamente neoliberales como el de Moreno. Pretenden presentarse como “salvadores” para ganar/recuperar espacio dentro del viejo Estado.
En el caso concreto del correísmo en Ecuador, si representara un proyecto progresista debería cumplir con varias condiciones básicas para titularse como tal: romper con la dominación imperialista, implementar más derechos, y otorgar ciertas libertades al pueblo. Ello no ocurrió durante los diez años de su mandato:
No se acabó con la influencia norteamericana, a la vez que sirvió de punta de lanza para la expansión del imperialismo chino en el país, donde el endeudamiento con ellos pasó de 9 millones a más de 7 mil millones de dólares; desarrolló obras de infraestructura para la operación de sus empresas, que los mismos consorcios chinos construyeron; comprometió entregas de petróleo durante años; y permitió que los productos de dicho país inunden el mercado interno. Inauguró la mega-minería en el país entregando cinco proyectos a grandes transnacionales, concesionó la telefonía a CONECEL y OTECEL durante 15 años con grandes ventajas, entre otros hechos. Es decir entreguismo y no progresismo. En los países semicoloniales no pueden desarrollarse variantes progresistas pues se hallan sometidos estructuralmente por las potencias imperialistas, quienes no consienten ningún proceso nacional, ni autónomo en éstos.
Los grandes grupos económicos fueron los más beneficiados. Crecieron como la espuma los negociantes del sector inmobiliario y constructor, la banca obtuvo las ganancias más altas de la historia, y grupos como La Favorita, Consorcio Nobis, y Eljuri, hicieron tratos con el gobierno que les hizo crecer exponencialmente.
En cuanto a implementar varios derechos para los sectores populares, ello en la práctica no ocurrió. Los millonarios ingresos provenientes del alto precio del petróleo y la recaudación fiscal sirvieron de base para una serie de negociados corruptos en las altas esferas del Estado y para acomodar a un pequeño sector de la clase media, en una ilusión pasajera que ahora se derrumba. Se dieron a su vez procesos agresivos de reconcentración de la tierra, y se beneficio a una capa de intermediarios y agronegociantes que aumentaron sus ganancias en desmedro de la economía campesina. El IESS fue utilizado como caja chica del gobierno que dilapidó los fondos ahorrados por los trabajadores durante años. Configuró un modelo meritócrata, mercantil, elitista y funcional en la educación, limitando el ingreso a la universidad pública con una serie de filtros (SNNA, ENES), y aupando el negocio de la universidad privada vía crédito educativo.
Estas medidas se combinaron con una tríada política orientada a criminalizar, reprimir y corporativizar al movimiento social y popular. El proceso de criminalización se garantizó desde la misma constitución “progresista” donde se estableció la prohibición de que realicen huelgas o paralizaciones los trabajadores y empleados de los sectores estratégicos y servicios públicos; posteriormente se implementó el Código Integral Penal (COIP) que bajo figuras de sabotaje o terrorismo pretendía neutralizar cualquier protesta contra el régimen. La represión fue abierta y descarada contra los campesinos que lucharon contra las mineras imperialistas, trabajadores, maestros, y demás sectores, donde cientos de personas fueron enjuiciadas y encarceladas, incluso hubo varios asesinatos que hoy están en la impunidad. La corporativización avanzó creando organizaciones en el sector obrero (CSE), de trabajadores autónomos (CUTTAE), maestros (RED), a la vez que se hicieron de varios gremios estudiantiles y crearon los supuestos Comités de Defensa de la Revolución (CDR), que despolitizaban a las masas populares y las diluían en variantes clientelares, asistencialistas e inofensivas totalmente cooptadas.
Como vemos el supuesto progresismo no cumplió con reformas a favor del pueblo. Más bien pasó todo lo contrario. Es decir, es reaccionario y no de avanzada.
Habría que preguntarse también ¿Por qué los gobernantes progresistas y sus funcionarios son enjuiciados y acusados de casos de corrupción a lo largo de Latinoamérica? , ¿Por qué ello es una característica general que se repite en varios países? Los defensores de éstos dirán: “es persecución política de la derecha y los neoliberales”. Aquí hay dos hechos objetivos que debemos tomar en cuenta:
Que estos gobiernos del SS-XXI en realidad son representantes de la burguesía burocrática, facción de la clase dominante que utiliza el Estado como palanca de acumulación, nuevos millonarios que se constituyeron como tal lucrando y robando en base a la obra pública y los contratos del gobierno, estableciendo una relación de pugna y acuerdos con los sectores tradicionales de la burguesía compradora y comercial.
Que de hecho existen pugnas y ajustes de cuentas al interior de la clase dominante, pues ésta no es una clase homogénea. Ello muchas veces es utilizado políticamente, como ocurre en el gobierno de Moreno que busca neutralizar las candidaturas del correísmo. Pugnas de burguesías sin proyecto nacional e independiente, simples apéndices del imperialismo.
Además incluyen en este reparto a burgueses medios y pequeño burgueses, que lucran a través de ciertos negocios, o de los puestos estatales que reciben. Por eso no es raro ver a ex activistas, empleados de Ongs o fundaciones, socialistas o pseudo-anarquistas renegados, y toda una tracalada de oportunistas y vividores, quienes sirven como sostén “intelectual” y político marcando una falsa dicotomía entre la derecha y una supuesta izquierda representada por el progresismo.
Esta burguesía burocrática no es para nada antimperialista, pues más bien ha sido la punta de lanza para la expansión del imperialismo chino en la región. Sus disputas con las otras alas burguesas en sus países están marcadas básicamente por el conflicto entre China y Estados Unidos. Entonces sería un error creer que representan variantes progresistas o de avanzada pues como vemos no han roto con la dominación extranjera, beneficiaron a burgueses burocráticos en especial, no incorporó derechos decisivos para las masas populares, y ejecutó procesos de represión, criminalización y cooptación. ¿Dónde se quedó el supuesto progresismo? En el discurso simplemente y muchas veces ni siquiera llegó a eso.
El cometido de los autodenominados progresistas fue re-oxigenar los Estados en crisis, refaccionarlos para que sirvan de mejor manera a los procesos de acumulación de capital. La inversión en obra pública, los acuerdos políticos, y la renovación de los marcos jurídicos, estuvieron orientadas simplemente a bajar los costos de producción y operación de las grandes transnacionales imperialistas y sus socios locales. El Estado en los países semicoloniales marca una continuidad en la dominación imperialista a la que se ajustan los diferentes gobiernos
El progresismo desde los años noventa pretendió afianzarse en diferentes sectores bajo un discurso con matices ecologistas, feministas, culturalistas y laicas. En ello ha sido tan estéril como hipócrita. Los supuestos derechos de la naturaleza sólo han sido enunciados formales mientras concesionaron el 15% del territorio e incluso áreas protegidas (parque Nacional Cajas, Yasuní) a las mineras. Es conocida la postura machista y patriarcal que tuvo el gobierno de Correa, su filiación religiosa, que trocó en parapetos como el Plan Familia, además de obstaculizar la legítima demanda del aborto, o su papel en la represión a mujeres campesinas, por no hablar de los constantes insultos e humillaciones en sus cadenas sabatinas. Estos progresismos en realidad tienen una ideología ultraconservadora y retardataria.
En resumen, “los progresismos” significaron (y significan) en lo económico una política menos abierta pero igual de ruin que la neoliberal. En lo político sirve como distractor, despolitizador, y atomizador de la lucha popular, implementando variantes cooptantes o criminalizadoras. En el plano de derechos no ha implicado una avanzada. Es simplemente el ropaje viejo que ha sido renovado para bloquear cualquier intento de transformación.
Movimiento Vientos del Pueblo - 2020