Amor, sexualidad y lucha de clases
¿Qué es el amor? Marx, manifestaba que el amor es esencialmente un atributo humano, no existe por fuera de él, así, hace un quiebre radical con la filosofía burguesa, con la concepción metafísica del amor. El amor es un atributo del ser social manifestado de diversos modos acorde al momento histórico que atraviese la humanidad. ¿Cómo se manifiesta el amor en la sociedad regida por la mercancía: el capitalismo? En tanto existamos para el Capital y para la producción de mercancías, culminamos convirtiéndonos mercancías. A este fenómeno Marx lo denomina objetivación o cosificación, es decir, la merma de cualidades como sujeto. En este proceso de alienación del ser social, las relaciones humanas se tornan relaciones entre mercancías, entre valores de cambio, entre cosas. Mientras que la mercancía se subjetiviza, es fetichizada por el humano cosificado. El amor en las relaciones capitalistas es construido y guiado por la mercancía. El capitalismo no existe sin conflicto, sin contradicciones. La lucha de clases se expresa en todos los ámbitos, en el arte, la política, la economía y también, en la afectividad. El amor es un potente dinamizador de la lucha de clases. Alexandra Kollontai decía ya en 1911, que a través de la historia no hay otra época en la cual a los problemas ligados a la sexualidad, al amor se les haya otorgado tanta importancia, sin embargo, no es la primera vez que las prescripciones ideológicas hegemónicas han perdido peso dado el advenimiento de nuevos valores e ideales económicos, sociales, políticos. Tras el Renacimiento y la Reforma, la aristocracia feudal quedó relegada, una nueva fuerza social se acrecentó: la burguesía, cada vez con más fuerza, estableciendo una nueva ideología.
La crisis amorosa/sexual está esencialmente condicionada por las relaciones económicas capitalistas. Se pretende usar al otro como medio para alcanzar la mayor complacencia para uno. En las relaciones amorosas se expresa crudamente el obsceno individualismo de nuestros tiempos. Hay una perpetua apología del yo.
Adicional al extremo individualismo, a la apología del yo, está la idea del derecho de propiedad de un ser sobre otro y la inequidad entre hombres y mujeres. La ideología burguesa, a través de la familia burguesa fundamentada en la propiedad privada, ha desarrollado meticulosamente la noción de exclusividad y de pertenencia de un ser humano por otro. Esta idea se encuentra profundamente inoculada en la sociedad. El concepto de propiedad en la pareja en la actualidad es más expansivo que aquel de la moralidad aristocrática. El ideal de la posesión absoluta, de la posesión de otro ser humano, física y psicológicamente por parte de la pareja, ha sido nutrido por la burguesía para mantener su modelo de familia y afianzar su predominio económico.
La inequidad entre hombre y mujeres ha emponzoñado a la humanidad por cientos de años. Para la sociedad burguesa concebir a las mujeres como seres autónomos resulta problemático, disociadas de la atomización familiar, de la angosta esfera de las “obligaciones” familiares. La atenuación de estas falsas e hipócritas concepciones sólo podrá realizarse con la transformación del papel económico de la mujer en la sociedad.
Mientras el principio de camaradería no sobrepase al yugo de la inequidad y de la opresión en las relaciones entre las clases y los sexos, sin una reedificación completa de la superestructura y la base económica, los problemas sexuales, a nivel profundo, son irremediables.
Para enfrentar esta problemática, se precisa una serie de cambios de la psicología humana. Esto, ligado inevitablemente a una organización comunista de las relaciones sociales, económicas. Construir una nueva moral, esclarecer brújulas para construir dinámicas relacionales que correspondan a los intereses de clase del proletariado, clase que procura emanciparse, echar al olvido a la burguesía, con su ideología y su moral individualista. El proletariado carga en su interior las semillas de nuevas configuraciones relacionales.
Las nociones de posesión de un ser humano sobre otro, de subordinación, de inequidad, son nociones opuestas a la camaradería, precepto proletario elemental. Toda clase en ascenso aporta a la humanidad en su totalidad con su ideología. La moral sexual proletaria, tiene el potencial de tornarse una vigorosa herramienta que fortalezca la lucha del proletariado.
Lo que circunda no es, en absoluto, inalterable. El cambio es constante, el desarrollo dialéctico no para. Las relaciones sociales en general se han modificado asiduamente a través de los distintos modos de producción y momentos históricos de existencia de la humanidad. Paulatinamente las reminiscencias de la vieja sociedad quedarán sepultadas junto al legado de siglos de sometimiento y explotación.
La supremacía de la familia burguesa atomizada, individualista será derrotada, se erigirá una enorme familia internacionalista de trabajadores, una camaradería que trasciende fronteras familiares y nacionales. Entonces, y solo entonces se podrá hablar sin excepciones de un amor verdaderamente libre, engrandecido por la equidad social global. El “amor libre” inextricablemente tiene que tener una ligazón a la crítica y lucha contra el capitalismo, la propiedad privada y la mercancía. Se debe tener en cuenta las condiciones sociales necesarias para el amor libre. No es posible un amor libre sin emancipación de la humanidad, y no es libre quien no tiene para comer, o si para comer hay que empeñar una gran porción de nuestro tiempo por décadas para ganar dinero. No hay amor libre si nos relacionamos con las cosas como si fueran personas y con las personas como si fueran cosas. No hay amor libre sin tiempo libre.