POR EL DESARROLLO DE UNA LÍNEA ROJA EN EL MOVIMIENTO OBRERO ECUATORIANO
El control burgués de la lucha proletaria
La clase trabajadora está enfrentando una arremetida cada vez más intensa por parte de los capitalistas, hay una regresión jurídica en cuanto a sus derechos históricos y se prepara una contrarreforma laboral contundente impulsada por los gobernantes. Habrá que preguntarse por qué hace varias décadas los trabajadores no obtienen reivindicaciones importantes que mejoren no sólo su nivel de vida, sino de organización.
Los burgueses como clase dominante cuentan con el poder económico, político e ideológico. Mantienen controlados a los trabajadores con la amenaza del despido; obstaculizan su lucha a través de la institucionalidad y las leyes del viejo Estado; y constituyen su hegemonía a través de los medios de comunicación, el aparato educativo, la religión, y la cultura. Sin embargo, no son únicamente los aparatos burgueses los que neutralizan y limitan la lucha proletaria, sino la prevalencia de un sector reformista acomodado, que lucra del capitalismo haciendo vida económica de la política, y que posterga y entorpece la elevación de sus niveles de conciencia, organización y lucha.
La política del oportunismo consiste en alejar a las masas populares de la revolución, pues su interés no es acabar con el sistema dominante sino mantenerlo. La clase trabajadora sabe que está siendo explotada pero no asume como real y posible la demolición del orden actual de las cosas, ello es un asunto que tiene que ver con la asunción de una verdadera conciencia política de clase.
Las reivindicaciones de la clase trabajadora
El ámbito de las reformas, en el que tan cómodamente se mueven los partidos legales de la izquierda tradicional y los dirigentes y abogados de las burocracias sindicales, quienes a su vez en ambos casos son candidatos o funcionarios del viejo Estado, no provoca un mejoramiento de la situación de los trabajadores, básicamente porque apela a espacios y fórmulas que son controladas casi absolutamente por la burguesía. Las reivindicaciones de la clase obrera en el capitalismo están enmarcadas dentro de la contradicción capital-trabajo, lo máximo que se puede obtener dentro de este sistema es mejorar ciertos aspectos de las condiciones de vida, pero no acabar con la explotación.
Los comunistas admitimos y alentamos la lucha por reivindicaciones concretas para los trabajadores y las masas populares. En cuanto a ello es importante ubicar algunas precisiones:
Las reformas son aquellas reivindicaciones aceptadas jurídica y administrativamente por el viejo Estado. El problema de éstas es que en ocasiones, por más que sean parte de las leyes, no implican un cumplimiento efectivo. Por ejemplo, cuando sostenemos que los derechos de los trabajadores son irrenunciables, ello está consagrado en constituciones, códigos del trabajo, e incluso tratados internacionales, pero en la práctica no se cumplen (dirigentes sindicales despedidos, trabajadores con decenas de años de servicio son separados, destruyen con amenazas las organizaciones obreras). El peso del capital no sólo controla la ley, sino la vulnera cuando lo cree necesario.
No todas las reivindicaciones son reformas, ello quiere decir que algunas de éstas no van a ser aceptadas jamás por la clase dominante. Este es un punto crucial, pues estas reivindicaciones que nosotros denominamos no institucionales, pueden y deben ser solventadas por las organizaciones independientes del proletariado y las masas. La educación política y cultural del pueblo, el desarrollo de medios de comunicación propios, la lucha en las calles y en el campo, generalmente son criminalizadas, obstaculizadas o penalizadas, pero deben ser cumplidas a través de las organizaciones y espacios que no se encuadren en los límites de la democracia burguesa, adquiriendo por ello una mayor potencialidad política. Es importante desmarcarnos de la idea de que son posibles sólo las reivindicaciones consentidas por el sistema.
La principal reivindicación del pueblo es el poder. Sin una verdadera revolución la vida de las masas populares no se modificará sustancialmente.
Sobre las formas de lucha y organización
Ahora es importante que problematicemos sobre otro aspecto: la forma de alcanzar estas reivindicaciones. La democracia burguesa, lejos de lo que pretenden instaurar en el imaginario colectivo las clases dominantes a través de la farsa de ampliación de derechos o mejoramiento del nivel de vida, es cada vez más restrictiva, punitiva y regresiva. Si bien a fines del siglo XIX e inicios del siglo XX, el proletariado internacional logró varias conquistas importantes (8 horas de trabajo, derecho a sindicalización y organización, reconocimiento de beneficios), hace mucho tiempo que no se han logrado incorporar reformas claves. En Ecuador tenemos un Código del Trabajo que toma como base el que fue suscrito en 1938, que si bien estableció varios derechos importantes, desde allí no ha existido grandes cambios que beneficien a los trabajadores, sino más bien se han instaurado varias contrarreformas laborales entre ellas las que el gobierno pretende imponer con excusa de la emergencia sanitaria.
Esto sólo lo podremos comprender si develamos que el Estado es un instrumento de dominación de clase, que representa el poder político de la burguesía y que velará siempre por esos intereses. Por ello ningún gobierno, ministro, diputado, policía o juez, va a solucionar o a defender los derechos de las masas populares. Las organizaciones obreras, el conjunto de los trabajadores, no pueden ingenuamente creer que se pueda producir una alteración importante dentro del viejo Estado. Mientras más se agudizan las contradicciones, siendo esto más evidente en los momentos de crisis, la clase dominante emplea ese poder para someter económica (con leyes que vulneran derechos) y políticamente (con la farsa electoral o la represión directa) a las masas. Por lo tanto si la consecución de derechos se enmarca en variantes institucionales, los trabajadores sufrirán generalmente derrotas.
Esto nos lleva a definir cuáles deben ser las formas de lucha y organización. La izquierda reformista ha tratado de inducir en las masas una confianza en la legalidad y en las instituciones del viejo Estado, motivando soluciones administrativas que han sido totalmente inútiles. Esto lo han tomado como excusa para que sus dirigentes hagan vida económica de la política, ocupando cargos o deambulando en los tribunales burgueses. Una forma de lucha mide su efectividad en cómo golpea al otro sector, conservando y ampliando sus propias fuerzas. La actividad de la izquierda legal ha reforzado el principal aparato de dominación política de la burguesía, haciéndolo ver más inclusivo y legitimándolo a través del control que ejerce en las organizaciones obreras, desvaneciendo la energía del proletariado en las mesas de los juzgados, del parlamento, o del ministerio de trabajo. Una de las “formas de lucha” más defendidas por el oportunismo son las elecciones y su participación dentro del viejo Estado, con la excusa eterna de acumulación de fuerzas han pactado con los partidos burgueses de todas las tendencias y colores, traficando con los derechos de los obreros y las masas. Las elecciones no son más que la forma pacífica que tienen las facciones de la clase dominante para disputarse la administración temporal del Estado. No se puede constituir una organización y una lucha independiente, si éstas descansan dentro o están controladas por lo que pretenden combatir. Si decimos que la democracia burguesa es dictadura de clase de los explotadores, las variantes de lucha y organización proletaria deben constituirse al margen de éstas. Ello no quita que los trabajadores puedan apelar a ciertos derechos que poseen formalmente, pero su manera de obtenerlos no puede ser a través de grupos y organizaciones nucleadas por la clase dominante. El camino institucional no es una opción, las organizaciones proletarias no pueden diluirse dentro de lo que pretenden destruir.
Por ello remarcamos como una tesis fundamental que los proletarios deben generar organizaciones propias, constituidas al margen de los aparatos de la clase dominante (Estado, ONGs, Iglesia). La independencia de clase es el factor central para que la clase trabajadora cree y desarrolle su propio camino y se desmarque del tutelaje de los capitalistas. Ello se materializaría a través de dos aspectos: por un lado, una cuestión básicamente organizativa, con un funcionamiento, estructura, niveles, operatividad y métodos de nuevo tipo; y por otro, deben ser constituidas desde la ideología proletaria, es decir el marxismo, este es el punto central, pues lo que define a una organización es su línea política.
En cuanto a las formas de lucha, los capitalistas han comprendido que deben cortar de raíz cualquier experiencia positiva a través de la cual las masas ganen confianza en sí mismas, y se independicen de dicho control, por lo tanto pretenden constreñirlas al camino institucional. En ese sentido los trabajadores deben afirmarse en las variantes más combativas como la lucha en las calles y en el campo. Luchar significa ganar espacio en la correlación de fuerzas, ir minando al adversario, y preparar las condiciones para su derrocamiento. Para lograrlo es importante pasar de la lucha económica a la lucha política, de lo reivindicativo a lo revolucionario.
Lucha política y lucha económica
Para poder llegar a una lucha política es indispensable trascender la lucha estrictamente económica. Lenin acertadamente sostenía que todo lo que implique rebajar el papel del elemento consciente y la ideología comunista en la clase trabajadora, significaba someterla a la dominación de la burguesía. La lucha económica necesita una dirección política proletaria, tanto para efectivizarse en reivindicaciones concretas, como para hacer la revolución.
En el primer caso, si las organizaciones obreras no comprenden el funcionamiento del sistema capitalista, el papel que cumplen las instituciones burguesas, y la necesidad de su independencia de clase, no podrán enfrentar las diferentes arremetidas de los capitalistas, confiando en las soluciones que les proponen, y cayendo una y otra vez en sus tretas; además les bastará con generar estrictamente organizaciones sindicales que busquen simplemente hacer menos sufrible y miserable su situación. En el segundo caso, si no existe una línea y una dirección consolidada, no podrán enfrentar de manera sofisticada y sólida a la clase dominante para provocar su derrocamiento.
La prevalencia del economicismo ha postergado y limitado la lucha del proletariado. Esa es la política del reformismo. Para ellos, los obreros simplemente deben limitarse a adquirir mejoras en su situación y deben dejar la lucha política a los “políticos profesionales”. Han intentado sacar de la cabeza de los trabajadores sus intereses estratégicos de clase, contentándolos con las migajas que se les caen a los burgueses de la mesa. Mientras los proletarios vean como lo fundamental sólo alcanzar mejoras salariales, no podrán acabar con la explotación, pero además se contentarán con crear organizaciones que sólo los representen en ese sentido.
El economicismo provoca en la práctica que los trabajadores se ahoguen en las coyunturas, que permanezcan impávidos ante la situación de otras clases explotadas, que no incorporen en sus consignas los diferentes males sociales y naturales que provoca el capitalismo imperialista. En el plano organizativo, el frentismo ha sido la modalidad preferida por el oportunismo para encumbrar alianzas temporales entre grupos con diversos intereses que posteriormente se diluyen principalmente en el fango electoral. El economicismo también ha provocado una lucha espontánea, sin planificación, sin línea, que generalmente termina siendo adormecida en las variantes de la democracia burguesa.
En la lucha y superación de las variantes economicistas es necesario tomar en cuenta varios factores:
Quienes sostienen esta variante en el movimiento obrero son los partidos reformistas y las burocracias sindicales, quienes de manera consciente han adoptado los intereses de la clase burguesa. La lucha contra los representantes del economicismo es una lucha política, que implica develarlos, demostrar su papel y terminar con su hegemonía en las organizaciones obreras.
Desde que el socialismo se convirtió en una ciencia merece ser estudiado como tal. El marxismo desarrolló un método científico, el materialismo histórico, para comprender la sociedad. Este conocimiento no puede ser adquirido de manera espontánea, sino que es una necesidad adentrarse en la teoría, en sus leyes y categorías, y en las experiencias de lucha del proletariado internacional. Ello implica un proceso concreto de formación que permitirá el paso de lo espontáneo a lo consciente.
Por lo tanto la lucha del proletariado no puede circunscribirse a cuestiones estrictamente económicas, debe trascender ello, y enfocarse desde el plano político.
Para esa lucha política, la clase trabajadora debe constituirse como vanguardia de todos los sectores oprimidos y explotados por el capitalismo imperialista. Desde las contrarrevoluciones en los países socialistas (URRS 1956, China 1979), la posterior caída del Muro de Berlín y la desintegración de la Unión Soviética, proliferaron una serie de argumentos y discursos que buscaban relegar, suplantar o simplemente fulminar el papel del proletariado como la clase más avanzada. Emergieron el discurso posmoderno, y las lógicas ciudadanas, etnocentristas, y movimientistas como elementos de fraccionamiento de la lucha de los sectores populares. El proletariado es clase más avanzada, la última de la historia, es la generadora riqueza, y es la que lucha más consecuentemente contra la raíz de la explotación: la propiedad privada de los medios de producción. Sin embargo, su estatuto progresista y revolucionario no se enmarca sólo por la lucha contra la explotación, sino además está dado porque sus intereses de clase se enlazan con la búsqueda de la verdad, desentramando el funcionamiento la sociedad. El proletariado al ser la clase que busca el derrocamiento del orden actual de las cosas, tiene la capacidad de unir en su programa a los diferentes sectores oprimidos y explotados por el capitalismo, sin los que no podría provocar una verdadera transformación.
El proletariado genera diferentes tipos de organización: sindicatos, asociaciones obreras, espacios de educación, uniones sectoriales, pero sin duda la más importante es su partido. La lucha de los trabajadores necesita una dirección política, llevada adelante por su sector más consciente y decidido. El partido proletario es destacamento de vanguardia, de dirección, es la forma superior de organización, su tarea es elevar la consciencia de clase, mejorar los niveles de lucha, y conspirar contra el sistema logrando su derrocamiento. Es un partido opuesto y diferente a los partidos burgueses: no es legal, es clandestino; es selectivo, formado por revolucionarios profesionales, por los obreros más conscientes. La lucha proletaria en el Ecuador no ha contado históricamente con un partido de ese tipo, los supuestos partidos socialistas y comunistas nacieron bajo una matriz liberal, y se han cobijado desde sus inicios en la democracia burguesa, no buscando su destrucción sino asimilándose a ella.
Aspectos centrales
La organización sindical en Ecuador sufrió golpes duros golpes en el gobierno de Rodrigo Borja, donde prácticamente fue desmantelada. Ello combinado con el manejo oportunista y conciliador de las centrales sindicales y las amenazas directas de los empresarios, no ha permitido obtener reivindicaciones trascendentales, provocando que muchos trabajadores no quieran organizarse.
Una de las tareas inmediatas consiste en obtener conquistas a través de la lucha. Defender y ampliar los derechos y reivindicaciones obreras, sin renunciar a éstas como ocurre en la práctica con las negociaciones que se dan en los centros de arbitraje del ministerio de trabajo, o en las mismas inmediaciones de las empresas. Ello se puede hacer no sólo a través de las organizaciones sindicales, sino a mediante las uniones de lucha de la clase obrera, que juntan a trabajadores de diferentes sectores y enfilan directamente contra el gobierno y el viejo Estado.
Es indispensable el desarrollo de una línea roja en el movimiento obrero, que crezca en oposición a las centrales sindicales que son simples apéndices de los partidos reformistas y burgueses. Esto implica que la posición comunista venza al interior de los sindicatos de base y que se creen organizaciones de nuevo tipo. Estas deben construirse borrando los privilegios, y métodos artesanales y burocráticos, propiciando un nuevo estilo de trabajo que sea responsable con los intereses de todos los trabajadores y en el que éstos puedan participar activamente.
Estas organizaciones deberán generalizar su acción en las inmediaciones mismas de las fábricas, convirtiéndolas en espacios permanentes de propaganda, denuncia y agitación. Los obreros conscientes deben bregar porque sus compañeros de clase se eduquen tanto en temas laborales y sindicales, como en su conocimiento sobre el marxismo. Contar con un número importante de cuadros obreros comunistas es lo crucial, pues éstos se convertirán en los organizadores permanentes de la clase.
Esta nueva corriente roja formada por cuadros obreros comunistas y organizaciones de nuevo tipo (sindicales y no sindicales) garantizará un trabajo permanente y devolverá a los trabajadores la confianza en su organización colectiva. Esta sólo puede crecer en oposición y lucha contra el reformismo. Al contar con el marxismo como ciencia y guía, los trabajadores podrán establecer mecanismos efectivos de lucha, que por un lado cuiden a los compañeros y no pierdan su trabajo, y obtengan reivindicaciones concretas.
Varios de estos elementos ya existen o están en proceso de formación en el país. Sin embargo, su generalización depende de la creación del aparato fundamental de lucha de la clase obrera: el partido proletario. Ello es aún un proceso que se está gestando y que terminará de consolidarse sin duda alguna, pero esa tarea es la más importante de todas y debe estar en la cabeza y en la acción de cada obrero consciente y las masas populares que adoptan su posición. Ello marcará un desarrollo cualitativo en la lucha de clases del país.