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  • Movimiento Vientos del Pueblo

Cuba: una desmitificación necesaria

Empiezan a aparecer las más variadas “tesis” en cuanto a las últimas reformas emprendidas por el Estado cubano, que entre otras medidas legaliza la contratación de mano de obra asalariada, despide más de 500.000 empleados públicos, estimula la creación de pequeños negocios con préstamos bancarios, permite el ingreso de remesas, acentúa la inversión extranjera y legaliza más de 178 oficios para iniciativa privada. Las corrientes de “izquierda” a nivel mundial hablan de la restauración del capitalismo, de reformas duras pero necesarias para continuar en el socialismo, de traición, y demás criterios desubicados y faltos de coherencia con la realidad. Es deber de los revolucionarios analizar qué significan estas reformas, pero más que ello, ir al fondo de la cuestión. ¿Es Cuba un país socialista, alguna vez lo fue?


En nuestro país particularmente nunca se realizó este debate. Siempre se asumió que Cuba era un país socialista y un referente de lucha antiimperialista. Así, muchos de nosotros, dimos por hecho tales aseveraciones, alejándonos así de un análisis científico y estructural, dejándonos guiar muchas veces por el aspecto puramente emocional y simbólico. En ello es importante la autocrítica para reconocer nuestros errores.


El estudio del marxismo leninismo como una ciencia para entender y transformar, nos ha llevado a comprender el significado real de Cuba, su papel dentro del flujo y reflujo de la lucha de clases a nivel mundial. Así, presentamos a continuación el fruto de acalorados, pero necesarios debates realizados en nuestra organización sobre tan importante asunto, lo que nos ha llevado a asumir una posición concreta ante los hechos y la historia.



Contexto en el que triunfa la revolución cubana


La revolución cubana triunfa en enero de 1959, en el contexto de la Guerra Fría, y cuando en la URSS se había consumado el golpe de Estado del revisionismo jrushoviano que restauró el capitalismo en dicho país, lo que produjo el enfriamiento y ruptura de las relaciones entre el Partido Comunista de la URSS y el Partido Comunista Chino.


La revolución cubana irrumpe en Latinoamérica rompiendo con la política electorera que habían elevado los partidos comunistas revisionistas de la época, de una táctica a un modus vivendi, que los incluía en el Estado burgués y promovía la conciliación de clases. Así, la lucha armada representaba la ausencia de una salida “democrática” y la necesidad de enfrentar las políticas imperialistas y oligárquicas de manera más directa.



El carácter de la revolución cubana y el Movimiento 26 de Julio


Antes de la revolución de 1959, Cuba era un país dominado por Estados Unidos. Podríamos hablar de una colonia donde los monopolios estadounidenses controlaban de manera directa los principales sectores económicos, y ejercían un dominio político y jurídico que ayudaba a afianzar tal dependencia. Los gobiernos no eran más que títeres serviles al imperialismo, que derrochaban los fondos públicos y se enriquecían, mientras el pueblo se hundía en la miseria. En oposición a ello se forja el movimiento nacionalista en Cuba, representado en primera instancia por el Partido Ortodoxo y posteriormente por el Movimiento 26 de Julio.


El Movimiento 26 de Julio era una organización nacionalista, patriótica y antiimperialista, compuesta por jóvenes de clase media, especialmente estudiantes universitarios, que buscaban acabar con la dictadura de Fulgencio Batista y establecer un Frente Cívico Revolucionario que democratice la sociedad cubana. El programa del M-26 nunca fue un programa comunista sino más bien democrático burgués de viejo tipo, inspirado en las ideas del patriota cubano José Martí. Nunca se propusieron destruir el Estado burgués-oligárquico cubano. En cierta medida representaba las aspiraciones de la burguesía nacional y la pequeña burguesía cubana.



Colonialismo y semi-colonialidad


Cuba fue uno de los últimos países de Latinoamérica en liberarse del dominio español, que lo logró gracias a la guerra independentista iniciada en 1868 que culminó en 1898 con la victoria del pueblo cubano. Pero ello no significó la liberación definitiva, la Isla cayó en una extrema dependencia política y económica por parte de Estados Unidos, quienes manejaban a su antojo el aparato de Estado cubano y eran los dueños de los principales sectores económicos. Dicha hegemonía fue trastocada con el triunfo de la revolución de 1959. Sin embargo, este hecho no rompió con la dependencia, dado que este país caribeño cayó en el dominio del social-imperialismo ruso.


Es necesario, para la comprensión política de la historia de Cuba, partir de la tesis que en 1956 se restaura el capitalismo en la URSS, con el golpe revisionista orquestado por Jrushev y la camarilla burocrática que introdujo medidas que acabaron con el poder obrero y campesino y las relaciones de producción socialistas. Cuba fue utilizada por el revisionismo soviético para sus intereses políticos, militares y económicos, acentuando su dependencia. En Cuba lo que realmente ocurrió en 1959 fue el paso del país de colonia a semi-colonia, mas no la independencia económica y política necesaria para construir el socialismo. Para afirmar esto podemos recordar la crisis de los misiles en 1962, donde la URSS se burló de Cuba tranzando un acuerdo a sus espaldas con Estados Unidos; o los intentos geopolíticos y hegemónicos de la ex-URSS en África, donde Cuba jugó un papel de ficha de ajedrez contra el imperialismo estadounidense por el dominio zonal.


La economía cubana ha estado marcada por la dependencia del monocultivo de caña de azúcar desde tiempos del dominio español. La revolución cubana de 1959 no rompió con este eslabón de dependencia, sino que lo profundizó. Un país socialista debe garantizar el autoabastecimiento de su población, pero la revolución cubana aumentó los índices de producción de azúcar para venderla en el mercado exterior, y no pudo hasta el día de hoy diversificar la agricultura. El índice de tierras ociosas después de más de cincuenta años de revolución es del 40%. Es decir, la economía no estuvo orientada a desarrollar las fuerzas productivas internas y garantizar el autoabastecimiento, sino a satisfacer la demanda comercial externa, para sostener un proyecto de corte asistencialista, más que una economía socialista. Así, la ex – URSS compraba a Cuba más del 80% de su producción total de azúcar y la canjeaba por máquinas y armas viejas.


Después de la caída del Muro de Berlín, la economía cubana se fue al piso, puesto que su mayor comprador de azúcar dejó de existir. Así, Cuba entra en un momento al que le denominan Período Especial, donde hubo mucha escasez y necesidades. La orientación cubana no estuvo dirigida a generar una base productiva interna, sino a pensar en “alternativas” como el turismo y la exportación de servicios médicos –actividades no productivas-, que acentuaron aún más la dependencia externa y la presencia de entes privados multinacionales. Hoy el turismo representa más del 60% del PIB cubano. La economía cubana desde los noventa hacia acá ha estado abierta a la inversión extranjera y a un endeudamiento, cada vez más recurrente, de los préstamos de China, Rusia, y Venezuela. El turismo ha sido la base de la economía en este tiempo, lo que demuestra el escasísimo nivel de desarrollo industrial de la Isla, y con ello la ausencia de proletariado.


Cuba ha justificado su escaso desarrollo económico por el bloqueo y embargo impuesto por Estados Unidos desde la década de los sesenta. Habría que preguntarse cómo la URSS y China -dónde los obreros y campesinos controlaban y ejercían el poder- lograron desarrollar economías independientes y socialistas en medio de la agresión política, económica y militar del imperialismo. Es infranqueable que un país, para lograr su verdadera independencia y construir el socialismo, deba enfrentar al imperialismo.



La influencia cubana en América Latina


Aparte de demostrar que Cuba no es, ni fue, un país socialista, es necesario analizar su influencia en Latinoamérica, donde se ha impuesto la visión generalizada de Cuba como el ejemplo único de revolución y socialismo.



Las confusiones ideológicas de la revolución cubana


La revolución cubana, desde sus antecedentes con la conformación del Movimiento 26 de Julio, tuvo un programa nacionalista, democrático de viejo tipo y antiimperialista, jamás tuvo un programa socialista. Una vez en el poder, después de dos reuniones fallidas con Estados Unidos y la invasión de Bahía de Cochinos, es cuando se declara en 1962 el carácter socialista de Cuba, influenciado en gran medida por las relaciones que empezaba a tener con la URSS y por la hostilidad que recibía de EEUU. Así se pasa de un discurso nacionalista y democrático, a uno pseudo socialista que, al no ser verdaderamente marxista, cae en el revisionismo.


La revolución cubana ha tenido mucho que ver en la tergiversación del marxismo en América Latina, al intentar fusionarlo con tendencias liberales y nacionalistas que son opuestas a éste. En el caso específico de Cuba, Fidel Castro habla del marxismo martiano, mientras que en Latinoamérica nos venden el marxismo bolivariano o el marxismo alfarista como la actualización y adecuación del marxismo a la particularidad latinoamericana. Esta tergiversación ha influido en gran medida para que el marxismo no sea entendido como una ciencia y un movimiento político, sino como una ideología más, que puede servir para “interpretaciones a medias” que deben ser complementadas por las corrientes ideológicas burguesas. En la lucha política esto se expresa en la suplantación del internacionalismo y su reemplazo con el latinoamericanismo y tercermundismo, que deriva en el apoyo a gobiernos reformistas, y pro-imperialistas como el de Evo Morales, Rafael Correa o Hugo Chávez, centrándose en el colaboracionismo con sectores de la “burguesía nacional latinoamericana”.


Además se ha tergiversado el contenido del programa comunista, reemplazándolo por uno socialdemócrata que centra como aspectos fundamentales para la consecución del socialismo la elevación de calidad y acceso en educación y salud. El socialismo manifiesta que la esencia de su programa radica en la socialización de los medios de producción, el cambio radical en las relaciones de producción y el desarrollo de las fuerzas productivas para poder conseguir niveles de vida que satisfagan las necesidades de toda la población.


El reemplazo del socialismo científico por el socialismo democrático y ahora por el renombrado socialismo del siglo XXI, propugnado por Chávez y demás y respaldado por Cuba, tiene el objetivo de “caducar” el marxismo y “actualizarlo”, al más puro estilo de los revisionistas bernstenianos y kautskianos.


Las declaraciones inoportunas de Fidel acerca de que la lucha armada ya no es válida, llamando a las FARC a dejar las armas, demuestran la postura claudicante de los “comunistas cubanos”. No hay que olvidar que en 1970, cuando Allende triunfó en Chile, Fidel ya habló de la "vía pacífica al socialismo" y de la resolución de las contradicciones por métodos pacíficos, demostrando su acercamiento más a la social-democracia que al comunismo.



Sobre el Antiimperialismo y el Internacionalismo


El comunismo lucha contra todo tipo de opresión imperialista, contra toda potencia que subordina a los países coloniales o semi-coloniales. El programa comunista incorpora las luchas del movimiento de liberación nacional y las liga con la lucha por la revolución socialista. Cuba ha sido un ícono de la lucha contra el imperialismo estadounidense, pero esto no lo ha sostenido de manera consecuente con otros tipos de imperialismo como en su tiempo fue el socialimperislismo ruso, o actualmente el imperialismo europeo y chino, con los cuales tiene grandes relaciones a nivel económico. Esto se evidencia en las empresas mixtas en el turismo o en extracción petrolera o de níquel. Esto ha generado un efecto de conciliación ideológica y política con el imperialismo europeo o chino, y una identificación de que el imperialismo sólo está en Estados Unidos.


La tricontinental desarrollada por Cuba en los sesenta no fue más que una herramienta del socialimperialismo ruso para adueñarse de las colonias africanas. Esto a nivel teórico y práctico ha incidido para deslindar la unidad latente entre el movimiento de liberación nacional y la lucha por el socialismo.


La teoría del imperialismo de Lenin ha sido reemplazada por los intelectuales cubanos y su confusa y ecléctica "teoría" de la globalización imperialista, la cual trata de justificar su relación comercial con el imperialismo europeo y chino, tergiversando los principios y el análisis expuesto por Lenin en el libro “Imperialismo: fase superior del capitalismo”.


En el discurso actual, el antiimperialismo ha sido reducido al latinoamericanismo, manifestando que los únicos movimientos revolucionarios son los de Latinoamérica, descartando así el papel que juegan los explotados de África y Asia, y el movimiento proletario de los países desarrollados. Las propuestas del ALBA y el apoyo a los regímenes de América Latina en aras de la unidad continental, esconden las contradicciones de clase que se dan en nuestra sociedad y tienen como efecto apoyar a los gobierno títeres del imperialismo que se levantan en nuestros países.


Cuba además apoyó a regímenes dictatoriales como el de Alan García en Perú y el de León Febres Cordero en Ecuador, mientras éstos fulminaban a balazos a los jóvenes y pueblos levantados en armas en los años ochenta. Esto confundió en cuanto al entendimiento de la diferencia existente entre tipo de Estado y forma de gobierno. Los comunistas luchamos por la destrucción del Estado capitalista y no por un simple cambio de gobierno o de explotadores de turno.



El foquismo, el papel de las masas y el del partido proletario


El marxismo leninismo manifiesta que son necesarios tres instrumentos para llevar a cabo la revolución: un partido proletario, frentes de masas y un ejército revolucionario. La línea cubana proponía la línea tercerista, el foquismo, que manifiesta que un pequeño grupo de hombres en armas puede derrotar al ejército enemigo, sin la necesidad de construir un partido o incorporar a las masas a la lucha política y armada.


La lucha revolucionaria necesita la incorporación de las masas para derrotar al imperialismo y a las burguesías locales. Este ha sido un error histórico en los procesos armados de los setentas y ochentas, cuando se pensó que bastaba con un pequeño grupo de hombres decididos y valerosos. Las OPMs –organizaciones político militares- se regaron por Latinoamérica tratando de enfrentar a los gobiernos dictatoriales, siendo derrotados una y otra vez por la falta de solidez ideológica y entendimiento del papel de las masas y el partido proletario. Allí murieron miles de valientes camaradas, generaciones enteras de revolucionarios. “Este desgaste infructuoso ha llevado a la perversión de la forma de lucha guerrillera, pretendiendo ahora utilizarla, por parte de la pequeña burguesía, no para destruir el régimen, sino para tranzar acuerdos —mediante la presión—, con la burguesía, en el intento de repartirse el aparato de dominación—“.


Como consecuencia de esta corriente militarista se reniega del trabajo popular de frentes, es decir la generación de instancias reivindicativas y políticas que eleven el nivel de conciencia y organización de las masas, incorporándolas a la lucha política. Sin masas no hay revolución, no se necesita sólo su apoyo sino su adhesión decisiva.

Esto además ha generalizado la idea de que la revolución es cuestión de voluntad y osadía, primando lo emocional por sobre lo racional y cayendo directa o indirectamente en el inmediatismo pequeño burgués. Renegando del carácter científico de la lucha revolucionaria y de la actitud militante necesaria para actuar sobre las contradicciones de clase en la sociedad.


El foquismo señala que “no importa si no hay condiciones, el foco las debe crear”. Esto lleva a una “comprensión” errada de que la realidad puede ser forzada, que la revolución es un problema de “fe y esperanza”. La revolución realmente es una mezcla de condiciones objetivas y desarrollo de elementos subjetivos que van influyendo en la correlación de fuerzas dadas.



Se cae otro “muro”


Las reformas emprendidas por el Estado y el Partido Comunista de Cuba ya no dejan margen a la duda para quien todavía la tuviera. Se va a pasar de un Capitalismo de Estado dependiente, a uno libre y abierto. Esto sin duda tendrá un efecto sicológico en quiénes afirman a Cuba como un país socialista. Lo mismo ocurrió con quiénes manifestaban que la Perestroika era un avance al comunismo y luego quedaron deshechos cuando comprobaron que la URSS había dejado de existir. Los anticomunistas y el imperialismo mundial desplegarán toda la propaganda necesaria para decir que “el comunismo ha vuelto a fracasar”.


Es un deber de los revolucionarios del mundo y del Ecuador difundir lo que realmente ocurrió y ocurre en Cuba, aunque eso lastime algunas susceptibilidades. Cuba nunca fue un país socialista, no pudo desarrollar las fuerzas productivas internas y siempre dependió del mercado internacional. Nunca pudo romper jamás ese eslabón de dependencia, anteriormente basado en el monocultivo de caña de azúcar, y ahora en el turismo. Además su influencia política e ideológica ha contribuido a la tergiversación del marxismo y el programa comunista. La clase obrera nunca ha estado en el poder en Cuba, ya que prácticamente no existe, además de la ausencia de concejos de obreros y campesinos y, por lo tanto, de la no participación de obreros y campesinos en la dirección del Estado y el Partido.


Es momento de romper mitos que en realidad han obstaculizado el desarrollo de la lucha popular revolucionaria en nuestro país. Pero no todo es culpa de Cuba, la mayor parte de la responsabilidad la tiene la izquierda mediocre, vieja y reformista que no ha hecho una crítica consecuente de este proceso y se ha arrastrado como un rebaño de ovejas a los planteamientos de la dirección cubana.


En este aspecto es importante manifestar que muchos de los “admiradores y colaboradores” de la revolución cubana en nuestro país, lo son sólo en medida que obtienen beneficios como las becas para ellos o sus familias, al más puro estilo de los “comunistas” de los setenta y ochenta que iban de paseo a la URSS. La Coordinadora de Solidaridad con Cuba no es más que ello.



Vientos del Pueblo reconoce el papel de lucha del pueblo cubano, pero así mismo remarca los límites de su dirección expresada en el PCC. Reconocemos la importancia de personas como el Che, que han servido de ejemplo para muchos de nosotros, y creemos que la mejor forma de hacerles un homenaje es justamente criticando sus errores, puesto que sólo así la lucha avanzará y no permanecerá estancada como ha pasado hasta ahora.

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