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  • Movimiento Vientos del Pueblo

Un balance marxista sobre las Jornadas de Octubre

Ecuador no vivía hace mucho tiempo una revuelta popular de la magnitud de las protestas desarrolladas entre el 3 y el 13 de octubre de este año. El detonante fue la intención del gobierno, por orden del Fondo Monetario Internacional, de eliminar el subsidio a los combustibles. Moreno y su séquito no esperaban una respuesta tan contundente del pueblo, creían que si bien iba a existir cierto malestar, la respuesta sería aplacada sin mayor dificultad.

Todo inicio el jueves 3 de octubre con el paro de los transportistas, quienes cerraron los principales accesos y arterias de la ciudad, pero ello no quedó ahí y no constituyó tampoco el aspecto principal. En las primeras horas de la mañana, moradores de algunos barrios populares de Quito (Carapungo, Chillogallo, Guamaní), bloquearon varias vías y combatieron durante horas con la policía, juntándose trabajadores, estudiantes y vecinos. El escenario de lucha de trasladó al centro histórico donde hubo enfrentamientos hasta las 10 de la noche. Los correístas que pretendían treparse en la lucha legítima del pueblo fueron neutralizados, aislados, e incluso recibieron un escarmiento por parte de las masas. Nunca tuvieron un rol protagónico, ni en Quito, ni en otras ciudades del país. El Movimiento Vientos del Pueblo lanzaba su consigna en redes: “Moreno y Correa la misma mierda son: luchar contra este gobierno no te convierte en un borrego correísta”.

Esa misma noche el gobierno decretó Estado de Excepción, su intención era frenar las protestas atemorizando a la población. Al siguiente día, el viernes 4 de octubre, se realizó una convocatoria en las inmediaciones de la Caja del Seguro. Llegada la hora, unas 600 personas nos manifestamos contra el gobierno, la policía respondió con perdigones, bombas lacrimógenas, trucutús y motorizados. Después de unas tres horas de enfrentamientos terminaron dispersando la protesta y apresando a verías decenas de personas.

El sábado y domingo en Quito hubo calma, mientras se movilizaban hacia la capital miles de campesinos e indígenas para mantener las protestas contra el régimen. A pesar de la represión llegaron el lunes en la noche. Día en el que hubo también manifestaciones no solo en Quito sino en todo el país. Desde ese día el gobierno buscó desmerecer estos hechos, tachándolos de actos vandálicos y terroristas, orquestados por vagos y delincuentes, sostenía que el pueblo indígena era bienvenido, a pesar de que los reprimieron salvajemente en varias partes del país. Su discurso tenía por objetivo separar a las masas trabajadoras y estudiantiles de la ciudad, de las masas campesinas.

El Movimiento Vientos del Pueblo en sus redes comunicaba lo siguiente:

“Hay una estrategia del gobierno para separar las masas de la ciudad de las masas campesinas. Buscan acusar a la juventud luchadora de ser unos simples vándalos. Esa es la estrategia del gobierno y los medios de comunicación. No permitamos que dicho discurso genere un clima contra la gente que combate y llene de tonos conciliadores y pacifistas la protesta. Unidad obrero, campesina y estudiantil, deroguemos el paquetazo!”

El martes, mientras el gobierno señalaba que no iba a recular en las medidas antipopulares respaldado por las élites oligárquicas y burguesas, el pueblo volvía a manifestarse. El escenario de lucha se trasladó al Parque El Arbolito y a las inmediaciones de la Asamblea Nacional. Hubo fuertes enfrentamientos, la represión se agudizó. Se establecieron líneas de combate donde destacó el arrojo y la valentía de la primera línea que, con escudos de madera, cartón, plástico, o simples letreros arrancados de las avenidas, combatía a punta de piedra los balazos y bombazos lanzados por policías y milicos. En todo el país se habían generalizado las protestas.

El miércoles 9 de octubre, día del Paro Nacional, la movilización hacia el centro histórico fue masiva. Miles de personas inundaron las inmediaciones del Palacio de Carondelét que se encontraba varias cuadras a la redonda cercado con vallas alambradas, y cientos de policías y militares armados como si se avecinara una guerra. Un sector de la dirigencia indígena poco tiempo después de llegar al centro desviaron a las masas campesinas de vuelta al Parque El Arbolito. Sin embargo, otros sectores desoyeron dichas instrucciones e iniciaron junto a la juventud y los trabajadores un combate importante en la Plaza de Santo Domingo, en la Plaza del Teatro, y todas las calles circundantes. Mucho arrojo y valentía que produjo quemas de trucutús, e hizo retroceder a las fuerzas represivas. Poco después se desplazó a los manifestantes quienes se reagruparon en la zona del Parque El Arbolito donde la jornada se extendió hasta la noche. Ese día ya se habían producido varias bajas en los sectores populares: algunos muertos, cientos de detenidos y miles de heridos. Las protestas se dieron a nivel nacional. Incluso en Guayaquil, donde los socialcristianos y el gobierno armaron un dispositivo represivo brutal, la gente se tomó varias partes de la ciudad.

El jueves 10 de octubre se declaró Día de Duelo Nacional en memoria de los compañeros asesinados los días anteriores. No hubo mayores enfrentamientos. Un clima de pacificación rondaba con mayor fuerza y alertaba de lo que podría ocurrir.

El viernes 11 de octubre se dieron enfrentamientos en la mañana. Posteriormente los niveles bajaron. Aparentemente las fuerzas represivas ofrecieron una tregua al movimiento indígena, quienes hasta comida y bebida les brindaron, en un ambiente supuestamente fraterno. A muchos de los jóvenes combatientes, los dirigentes indígenas les insistían que ya no combatan. Pero como la historia nos ha enseñado una y mil veces: la paz prepara la guerra. A las cinco de la tarde, cuando todo estaba en tranquilidad, la policía cobarde empezó a disparar, lanzar gas y arremeter contra la gente que pacíficamente estaba sentada en la calle. Se reiniciaron las confrontaciones que duraron hasta la madrugada del siguiente día.

En la mañana del sábado 12 de octubre, la gente de los barrios populares bloqueó las vías en toda la ciudad, mientras en el Arbolito seguían las protestas. Había un importante ambiente de lucha. Ese día ocurrieron varias cosas extrañas, que las organizaciones revolucionarias denunciamos como maniobras del gobierno: la quema de la Contraloría General del Estado y de las inmediaciones de Teleamazonas. Estos fueron claramente autos-tentados provocados por un gobierno que había quedado muy mal parado ante la opinión pública por la brutal represión del día anterior.

En horas de la tarde se decretó Toque de Queda en todo el país. Sin embargo, en la noche, las masas populares se tomaron varios barrios de Quito, realizando no sólo el cacerolazo, sino marchando por las calles desoyendo el decreto del gobierno.

El domingo 13 de octubre, a pesar de las sendas protestas en varios barrios, la dirigencia de la CONAIE acordó con el gobierno una reunión para “buscar una solución a la crisis que vivía el país”. Los resultados del diálogo todos lo saben: el gobierno dejó sin efecto el decreto 883 y el país volvió a la normalidad en los siguientes días.

Enseñanzas de las Jornadas de Octubre

¿Quiénes fueron los actores principales de las Jornadas de Protesta?

Sin duda alguna el principal actor de estas jornadas fue el pueblo, quien combatió en las calles durante días y que volvió a ubicar la lucha social en el tablero político nacional. Pero además hubo varios sectores políticos que buscaban por un lado frenar el impulso de las masas o detenerlo, y por otro impulsarlo hacia adelante. Los detallamos a continuación:

  1. El gobierno, el imperialismo norteamericano, y el FMI, quienes persistieron en las medidas antipopulares y respondieron con una brutal represión en contra del pueblo. Mención especial para los cobardes de Oswaldo Jarrín y María Paula Romo, directores de orquesta del asesinato y ataque a cientos de hijos del pueblo. Ellos contaron con la colaboración directa de los medios de comunicación, la intelectualidad burguesa y la iglesia para arremeter contra la lucha del pueblo.

  2. La burguesía tradicional, financiera y compradora, vinculada al imperialismo norteamericano, que dio su beneplácito y apoyo al gobierno a través de sus partidos (PSC, PRE, ID, CREO), al punto incluso de tener bien escondido en Guayaquil al lacayo Moreno durante las jornadas de protesta.

  3. El correísmo, quien gracias al gobierno y los medios burgueses aparecía como uno de los principales instigadores de las protestas, pero que en la práctica no tuvieron casi ninguna relevancia, siendo aislados, neutralizados y confrontados. Ellos, quienes son también responsables de la actual crisis económica que vive el país pretenden aparecer como redentores y catapultarse como opción política electoral. Sin embargo el gobierno busca dejarlos fuera de carrera electoral, utilizando las mismas leyes represivas como el COIP para sancionarlos y neutralizarlos posteriormente. Todo ello se inscribe dentro de la pugna interburguesa entre burguesía burocrática y burguesía compradora.

  4. Los sectores reformistas y revisionistas quienes se encuentran en mesas de diálogo hace meses con este gobierno. En algunos casos guardando un silencio cómplice de las medidas que ellos ya tenían conocimiento que iban a ser implementadas. Ellos no impulsaron las protestas pero una vez que estallaron buscaron treparse pero no para elevar la consciencia y lucha de las masas sino llevarlas al camino institucional.

  5. Los sectores revolucionarios, que si bien ya hemos echado bases de una nueva corriente revolucionaria en el país, somos aún una fuerza a la que le falta desarrollarse. Estuvimos combatiendo desde el primer día hasta el último, tratando de incidir no sólo en la lucha, sino en elevar de alguna manera los niveles de consciencia del pueblo. El trabajo posterior ha sido también muy importante pues los hechos han permitido un proceso de politización muy interesante.

Sobre la esponteidad de las masas y la necesidad de su politización revolucionaria

Mientras exista capitalismo habrá pobreza, marginación y crisis constantes. Es decir siempre habrá oportunidad de rebelarse. Las masas seguirán provocando levantamientos espontáneos por sus reivindicaciones directas. Ello es importante porque rompe con la pasividad a la que induce la hegemonía burguesa; sin embargo, a la vez es una limitación, pues si las masas no trascienden el espontaneísmo y no adquieren consciencia política, se verán burlados por las formas que usa el mismo capitalismo para desarmar las protestas.

Los sectores revolucionarios reivindicamos la rebelión de las masas populares. Buscamos que el pueblo se curta cada vez más en el combate. Pero además tratamos que la conciencia de clase se eleve y que el pueblo asimile políticamente las enseñanzas que dan estos momentos. Cuando no hay un alto nivel de consciencia política en las masas populares, sus levantamientos pueden ser capitalizados por las clases dominantes. En las últimas décadas, en Latinoamérica, las élites llevaron las luchas populares al matadero institucional burgués ya sea bajo la forma de elecciones o asambleas constituyentes que solo refrescaron y reoxigenaron los estados en crisis. En Ecuador, los correístas (que no tuvieron ningún papel en las calles), la dirigencia reformista (que aprovechó estos hechos para catapultarse electoralmente), y los sectores abiertamente burgueses (Nebot, Laso, etc.) pretenden llevar al fango electoral todo el esfuerzo de las masas populares. Es tarea de los sectores revolucionarios aprovechar estos momentos para sintetizar las enseñanzas políticas que debemos asimilar como masas populares e ir fortaleciéndonos a través de la independencia de clase y una progresiva politización, que ubique el programa proletario como conjunción central de las aspiraciones del pueblo.

Las Jornadas de Octubre entregaron varias enseñanzas a nuestro pueblo

En este país, hace mucho tiempo, el pueblo no conquistaba una victoria, no le habíamos podido arrancar a las clases dominantes alguna reivindicación. En esta ocasión, así haya sido algo relativamente pequeño y que estaba garantizado previamente (como el subsidio a los combustibles), las masas populares lograron frenar la intención del gobierno. La democracia burguesa lejos de perfeccionarse, con el tiempo se vuelve cada vez más restrictiva, ello lo podemos ver incluso en los países europeos donde censuran canciones, encarcelan artistas y promueven leyes para criminalizar la protesta. En vez de progresividad, cada vez hay más restricciones. Por ello, que el pueblo haya logrado la derogatoria del decreto 883 es de por sí muy positivo.

No fue la labor de los diputados reformistas, ni el diálogo que hace meses emprenden las cúpulas oportunistas con el gobierno lo que echó abajo el decreto. El pueblo hizo retroceder al gobierno a través de la lucha, reivindicando el combate, la movilización de las masas, ubicando la calle como teatro principal de operaciones. Esto nos demuestra la inutilidad de la vía institucional, del parlamentarismo, del camino burocrático y legalista que no ha otorgado nada hace décadas. Las Jornadas de Octubre aclaran que la única manera de obtener derechos o defenderlos es luchando en las calles. Se ha sentado un importante precedente.

Si bien se hizo retroceder al gobierno, y ello se logró a través de la lucha popular, algo destacable es que nuevas generaciones de jóvenes, que no habían vivido este tipo de escenarios, se curtieron de manera práctica en las calles, acumulando una experiencia que se tornará decisiva para próximos enfrentamientos. Además se volvieron a tejer lazos de unidad entre las masas populares del campo y la ciudad, tanto en la solidaridad como en el combate.

Las masas campesinas e indígenas fueron fundamentales, sin ellos hubiera sido casi imposible sostener la lucha; sin embargo, no podemos desmerecer el papel de la juventud que fue decisivo y le dio continuidad a la protesta.

Se generaron nuevos espacios y formas de apoyo a la lucha popular, como los medios alternativos que contribuyeron a romper el cerco mediático de la prensa burguesa; los equipos de médicos que atendieron a decenas de personas heridas por la represión policial; los grupos de gente que apoyaban a la primera línea con bicarbonato, o soluciones que neutralizaban el gas. La solidaridad de clase se hizo presente.

En estos momentos, en que los antagonismos se develan más claramente, las masas populares pueden asimilar, por vía práctica, varias enseñanzas fundamentales, pues los aparatos burgueses quedan en evidencia, por ejemplo: el carácter servil y farsante de la prensa burguesa que no hizo más que ocultar o tergiversar los hechos; o el papel del Estado como instrumento de las élites dominantes, que posee el monopolio de la violencia y lo usa sin reparos contra el pueblo.

Diferenciar una rebelión de una revolución y desencadenar la influencia de la corriente roja

Es importante diferenciar una rebelión de una revolución. Las Jornadas de Protesta de Octubre no iban a dar el poder a las masas populares y al proletariado. Los objetivos estaban orientados más bien a detener las medidas del gobierno; a convertir nuevamente las calles en escenario principal de lucha de las masas; y que esto signifique un avance en los grados de consciencia y organización del pueblo. Es decir, el objetivo central de las protestas no era “la toma del poder”, y tampoco únicamente botarle a Moreno, pues él es sólo es un escollo más que habrá que superarlo, para ir alistando el derrocamiento del capitalismo burocrático en el país. Hay que tener meridiana claridad en este aspecto porque o sino, podemos caer en errores de ingenuidad u oportunismo político. No buscamos el recambio de un títere por otro, o de un imperialismo por otro, buscamos nuestra emancipación definitiva, construir una nueva sociedad y ello se logra sólo acabando con las élites dominantes y sus aparatos.

Las Jornadas de Octubre demostraron que los sectores revolucionarios aún no contamos con los elementos suficientes para dirigir la lucha de las masas populares. Podemos incidir, actuar a través de nuestros frentes, guiar varios aspectos, pero aún falta mucho más. Es importante reconocerlo para saber en donde debemos fortalecernos. La corriente roja en Latinoamérica es aún muy embrionaria y se halla en proceso de desarrollo. Sin embargo, la línea correcta permitirá que se imponga en no mucho tiempo. Sin una dirección política revolucionaria las masas populares deambularán entre el espontaneísmo, el economicismo y la vía institucional. Allí cabe tender un puente entre lo inmediato y lo estratégico, entre la construcción en frío y en caliente, y entre la necesidad de generar los tres elementos para la lucha y las explosiones coyunturales.

Lo que se viene

El gobierno del lacayo Moreno persistirá en las medidas antipopulares. Ello no depende sólo de él, sino que es una orden directa de sus amos: el FMI y el imperialismo norteamericano. La lucha continuará pero no bajo las mismas condiciones, se alista una represión mayor que ha sido preparada por: un discurso “antisubversivo” difundido en los medios de comunicación burgueses; la adaptación de las leyes y medidas administrativas orientadas a criminalizar la protesta; y el equipamiento cada vez más sofisticado a la policía y al ejército. Las masas populares no pueden atemorizarse, sin duda lucharemos valientemente, pero habrá que prepararse de mejor manera. Si la ola represiva crece, la ola revolucionaria la superará. Cuando no hay nada que perder, salvo las cadenas, el miedo se convierte en fuerza y la duda en firmeza. Lo nuevo siempre termina barriendo a lo viejo, ello es una ley histórica, la rebelión se justifica aquí y ahora.

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