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  • Movimiento Vientos del Pueblo

UNA OLA REBELDE SE INSTALA EN LATINOAMÉRICA

Los hechos que se suscitan actualmente en Latinoamérica deben ser analizados de manera objetiva. Los grandes medios de comunicación, los intelectuales de la burguesía y los políticos de la clase dominante impulsan razonamientos ajenos a la realidad, tergiversándola conscientemente, para ocultar las verdaderas contradicciones que han motivado una serie de levantamientos y rebeliones populares en varios países del continente. La explicación simplista a la que hacen alusión es básicamente un conflicto entre autoritarismo y democracia, sin duda alguna el problema va más allá.

Existen dos aspectos centrales en esta problemática: un conflicto inter-burgués derivado de una pugna inter-imperialista; y varias rebeliones populares como respuesta a las medidas que han tomado varios gobiernos.

En el primer punto es clave señalar que desde inicios de este siglo se ha extendido una pugna entre seguidores del socialismo del siglo XXI y el sector más tradicional de la burguesía, que detentaba el poder antes de la última crisis neoliberal a fines de los años noventa. Esta no es una querella entre progresismo y reacción, sino entre facciones de la clase dominante que se disputan la administración temporal del Estado (gobierno) para maximizar sus beneficios. Sin embargo, el problema de fondo es que, al ser países semicoloniales, las élites locales son dependientes del imperialismo, socios de menor rango de las burguesías de las metrópolis capitalistas, y por tanto cada decisión o política que toman esta direccionada en última instancia por dichos intereses.

Las disputas entre facciones de la clase dominante (conservadores y liberales, estatistas y privatizadores, exportadores e importadores) han estado presentes a lo largo de la historia en todos los países latinoamericanos. Hoy se manifiestan especialmente entre la burguesía compradora y la burguesía burocrática, hecho suscitado ya en décadas anteriores, pero actualmente se desenvuelven con una trascendental particularidad: las élites compradoras continúan en su mayoría alineadas al imperialismo norteamericano, pero las nuevas élites burocráticas han surgido al amparo de otras súper-potencias, el imperialismo chino y ruso, que en la última década han crecido de manera vertiginosa, disputándole al imperialismo norteamericano la hegemonía mundial. Por ello no estamos ante “una repetición de la historia”, sino ante un nuevo momento donde las disputas inter-burguesas se enmarcan en la competencia política y económica entre el capital norteamericano y el eje chino-ruso.

Es en este sentido en el que debemos comprender la pugna entre los seguidores del socialismo del siglo XXI y la burguesía tradicional. Enfrentamiento que se ha resuelto principalmente a través de las elecciones, pero que el Golpe de Estado en Bolivia inaugura una solución militar a este conflicto. Hechos de este tipo se han manifestado en los últimos diez o quince años en Asia y África, lo que demuestra que el conflicto interimperialista está ingresando a una nueva etapa, donde las soluciones comerciales y diplomáticas se han agotado, y la vía de la confrontación directa toma cada vez más fuerza. Estamos ingresando a las puertas de lo que inevitablemente trascenderá a una nueva conflagración mundial, donde la forma que asuma esta disputa no será a través de una guerra regular de ocupación entre los ejércitos imperialistas, sino que tomará la forma de guerras civiles, en donde los intereses de las potencias mundiales serán representados por las burguesía locales de las semicolonias.

El imperialismo norteamericano en un callejón sin salida

El imperialismo norteamericano enfrenta actualmente una crisis de acumulación, provocada por la baja de la tasa de ganancia de sus monopolios en el contexto internacional. Esto no ha sido motivado sólo por las crisis sistémicas de especulación financiera y sobreproducción inherentes al capitalismo, sino además por la competencia económica con China y Rusia. En este contexto podemos entender el ascenso de la vertiente fascista, conservadora y militarista representada por Donald Trump, las medidas económicas impulsadas por el Fondo Monetario Internacional en la región, y el “viraje hacia la derecha” en algunos países latinoamericanos.

Desesperado por mantener el control económico del mundo, el imperialismo norteamericano se ha visto obligado a tomar ciertas medidas que le aseguren bajar sus costos de producción: procesos de flexibilización y precarización laboral, mayor endeudamiento de las semicolonias, cerrar el paso a la influencia del capital chino y ruso, control de los sectores estratégicos a través de medidas privatizadoras, y disminución de la inversión estatal en salud y educación. Esto lleva al imperialismo norteamericano a un callejón sin salida: obligado a ser competitivo impulsa estas medidas que son netamente anti-populares, lo que complica su control político sobre la región, pues recibe el rechazo directo de las masas, lo que comprobamos con las constantes rebeliones populares dadas en Chile, Ecuador, Haití y Colombia.

Reivindicar la lucha de las masas populares

En varios países latinoamericanos se han dado una serie de levantamientos populares que no son protestas sectoriales o momentáneas, tienen que ver con los hechos que detallamos anteriormente. Si bien la prensa reaccionaria y burguesa pretende atribuirle al socialismo del siglo XXI estos hechos, ello dista mucho de ser verdad, pues han sido en su mayoría levantamientos espontáneos de las masas contra las políticas imperialistas en la región.

¿Qué es lo que diferencia una rebelión popular de una protesta común?

  • El nivel de combatividad con el que las masas enfrentan las medidas gubernamentales. Su lucha se vuelve más radical y trasciende el simple diálogo, el petitorio administrativo, o los acuerdos. Implica una exigencia directa que se vuelve irrenunciable. Es decir la agenda no la pone el gobierno sino el pueblo.

  • La convergencia de una serie de demandas de varios sectores que le dan un carácter más global y totalizador a la lucha. Se trasciende el particularismo que busca demandas solo para grupos específicos. Las rebeliones se tornan populares.

  • La lucha se vuelve cada vez más política, contra el gobierno y en ocasiones contra el Estado. Sin embargo, ello no implica una politización real de las masas populares, no garantiza de por sí un incremento de su consciencia de clase, pues la mayor parte de la gente que protesta lo hace de manera espontánea porque estas medidas impactan directamente en sus condiciones de vida. Lo importante es que sus esfuerzos no van enfocados sólo contra un empresario en particular, sino contra el representante general de la clase burguesa: el Estado. Por ello son vitales las consignas contra el gobierno, contra la represión estatal y contra la dominación imperialista, pues se logra enfocar el enemigo de manera más clara. Estos momentos permiten demostrar cierta cosas a las masas populares más práctica y directamente.

  • Existe un elemento detonante que actúa como punto de partida pero no como cierre. En el caso de Ecuador fue la eliminación del subsidio a la gasolina; sin embargo el país viene arrastrando una crisis hace varios años que ha provocado descontento en las masas campesinas, obreras y estudiantiles. En Chile ese elemento detonante fue el incremento del precio en los pasajes del metro.

La proyección que alcancen estas rebeliones será dada tanto por la influencia de los sectores revolucionarios en su interior; así como los planteamientos u objetivos que se persiguen, es decir cuál es su consigna de lucha. Una rebelión no es una revolución pero permite que las masas se vayan templando en la lucha.

No somos simplemente antineoliberales, somos anticapitalistas y antimperialistas

Quienes también son responsables de la crisis actual pretenden aparecer como redentores y capitalizar el descontento de las masas en su favor. No olvidemos que los gobiernos del autodenominado Socialismo del Siglo XXI representan generalmente facciones de la burguesía especialmente burocrática, que utiliza el Estado como palanca de acumulación y enriquecimiento, y que son la punta de lanza del imperialismo chino y ruso en la región. Por ello nuestra consigna no puede ser simplemente fuera el neoliberalismo, sino abajo el capitalismo imperialista.

Debemos superar de una vez ese histórico antagonismo de fantasía entre conservadores y liberales, socialdemócratas y fascistas, estatistas y neoliberales, pues dentro del marco del sistema, esas son simples formas de gobierno que representan facciones de las élites dominantes y nada más. Y ojo que no negamos que haya matices y diferencias entre unos y otros que son importantes establecerlas, pero de fondo defienden lo mismo: construcción de Estados lacayos y semicoloniales. El socialismo del siglo XXI fue la pomada milagrosa para supuestamente curarnos del neoliberalismo y era parte de lo mismo en términos generales. Luego vino el neoliberalismo a supuestamente democratizar la región y ahora se presenta el socialismo del siglo XXI como opción nuevamente. Mientras el capitalismo sea capitalismo se cobijará de las formas más variadas tanto a nivel político como económico, los comunistas no luchamos contra tal o cual modelo, sino contra el sistema en su conjunto.

El aprendizaje

Hay algo evidente desde que iniciaron las jornadas de protesta en Ecuador y varias partes del mundo y es que los sectores oportunistas buscarán llevar la titánica y valiente lucha del pueblo al fango electorero, al camino institucional diseñado por el imperialismo y las élites económicas locales para hacer inofensiva la resistencia y la construcción de lo nuevo.

Sin embargo, y a pesar de ello, la experiencia de estas semanas encierra profundos aprendizajes para las masas populares, pues las curten en la lucha, en la movilización, en la manifestación contra este sistema caduco, enseñándoles por vía práctica lo importante que es la independencia de clase, la organización y la protesta popular.

Los sectores revolucionarios deben aprovechar estos momentos para elevar la consciencia de clase de los trabajadores y el pueblo para desenmascarar el carácter de clase de los Estados semicoloniales y la necesidad de un cambio de raíz que acabe con todas las formas de sometimiento y opresión.

Mientras unos buscarán diluir la lucha en acuerdos que lleven a reordenamientos de forma al sistema, otros bregaremos porque estas semanas signifiquen un paso hacia adelante en la búsqueda de una verdadera revolución.

Las rebeliones populares, que se están produciendo a nivel mundial, tienen que ver con una crisis de acumulación del sistema capitalista imperialista. Estas medidas no dependen simplemente de decisiones políticas, son impuestas por una necesidad económica directa del imperialismo principalmente estadounidense, que debe abaratar sus costos de producción para no sucumbir ante el crecimiento exponencial de las empresas chinas y rusas.

El imperialismo norteamericano ha entrado en un callejón sin salida, pues sus urgencias económicas, causan como efecto una serie de luchas populares que ponen en riesgo su control geopolítico.

En ese sentido es fundamental atacar al imperialismo estadounidense y sus representantes (FMI, gobiernos como el de Macri, Piñera, Moreno, Duque), pero a la vez contrarrestar y combatir la injerencia del imperialismo chino y ruso en la región, que viene de la mano de la burguesía burocrática y el autodenominado socialismo del siglo XXI (Maduro, Morales, Correa).

Más que nunca es vital el desarrollo de una corriente revolucionaria que sitúe la lucha más allá de la crítica al “modelo neoliberal” y el FMI, volviéndola estructural contra el sistema en su conjunto.

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