Estado, Sujeto y Poder en Holloway, Negri y el Marxismo Clásico
Mucho se ha escrito sobre las crisis del marxismo, se ha manifestado recurrentemente que su paradigma teórico ha sido superado por la realidad concreta. Las detracciones no vienen solamente desde la ideología dominante que defiende abiertamente el status quo, sino desde algunos sectores que se proclaman también revolucionarios, ya sea con el rótulo de renovadores o actualizadores del marxismo, o como superadores de éste. Es así como surgen corrientes como el revisionismo, el neomarxismo, o el posmarxismo que, en ocasiones tomando algunos aspectos del análisis marxista, tergiversan o dejan de lado los aspectos centrales de su crítica transformadora como la lucha de clases, la teoría del Estado o la estrategia revolucionaria. Dichos sectores olvidan además que el análisis marxista no constituye simplemente un estudio empírico del capitalismo, sino especialmente el desarrollo de un método para conocer y transformar la realidad: el materialismo dialéctico e histórico, y que la aplicación consecuente de éste método permite comprender los sucesivos cambios que se dan en la sociedad. En el presente ensayo vamos a contraponer las propuestas teóricas de John Holloway y Toni Negri con los planteamientos desarrollados por la tradición marxista clásica en cuanto al poder, el Estado, el sujeto revolucionario y la revolución.
El Estado ha sido constantemente un punto polémico en las discusiones sobre la sociedad. Han existido diferentes concepciones sobre éste en las ciencias sociales, en los debates académicos y en los procesos políticos. Su definición no guarda simplemente una necesidad descriptiva sino que está muy ligada a la acción política en cuanto estrategia revolucionaria para transformar la sociedad refiere. John Holloway, Toni Negri y el marxismo clásico son críticos del sistema capitalista, pero tienen diferentes puntos de vista en cuanto al Estado, su carácter y cómo debe orientarse la lucha social en la actualidad.
El marxismo ha definido al Estado como instrumento de dominación de clase, como factor que sostiene las relaciones de poder de una sociedad determinada dispuesto a contener los antagonismos existentes bajo los intereses de la clase dominante.
El Estado -dice Engels, resumiendo su análisis histórico- no es, en modo alguno, un Poder impuesto desde fuera a la sociedad; ni es tampoco 'la realidad de la idea moral', 'la imagen y la realidad de la razón', como afirma Hegel. El Estado es, más bien, un producto de la sociedad al llegar a una determinada fase de desarrollo; es la confesión de que esta sociedad se ha enredado con sigo misma en una contradicción insoluble, se ha dividido en antagonismos irreconciliables, que ella es impotente para conjurar. Y para que estos antagonismos, estas clases con intereses económicos en pugna, no se devoren a sí mismas y no devoren a la sociedad en una lucha estéril, para eso hízose necesario un Poder situado, aparentemente, por encima de la sociedad y llamado a amortiguar el conflicto, a mantenerlo dentro de los límites del 'orden'. Y este Poder, que brota de la sociedad, pero que se coloca por encima de ella y que se divorcia cada vez más de ella, es el Estado. (Lenin; 1998; pág. 8)
Es decir el Estado resguarda las relaciones sociales existentes, sirve a los intereses de la clase económicamente dominante qué a través de éste garantiza su poder. El Estado surge en un momento histórico determinado, cuando aparecen las clases sociales, es decir en el esclavismo. "El Estado surge en el sitio, en el momento y en el grado en que las contradicciones de clase no pueden, objetivamente, conciliarse. Y viceversa: la existencia del Estado demuestra que las contradicciones de clase son irreconciliables" (Lenin; 1998; pág. 8).
El Estado ha existido en toda sociedad clasista, a cada modo de producción le ha correspondido un tipo de Estado que aplica diferentes formas de gobierno en su gestión. El Estado burgués moderno, en palabras de Marx "es el consejo de administración de los negocios comunes de la burguesía" y "la república parlamentaria la mejor envoltura para la dominación capitalista". La burguesía no puede mantener su poder sin el Estado, pues éste interviene en todos los órdenes de la vida social, no sólo como monopolio de la violencia, sino como constructor de hegemonía y consensos (Gramsci) y como garante de la reproducción de las relaciones de producción y la ideología dominante (Althusser). Es decir el Estado es un factor indispensable para la burguesía en la reproducción de sus relaciones de poder, lejos de atenuarse en el capitalismo, va adquiriendo cada vez mayor peso.
Para Holloway el Estado es también un factor de dominación que encubre su verdadero interés y carácter, el Estado es un instrumento fundamental para que el capital pueda rehacerse a sí mismo.
El Estado, entonces, es una forma rigidificada o fetichizada de las relaciones sociales. Es una relación entre personas que no parece ser una relación entre personas, una relación social que existe en la forma de algo externo a las relaciones sociales. (Holloway; 2004; 8)
Existe una coincidencia de alguna manera entre la tradición marxista clásica y Holloway en cuanto el Estado como factor de dominación y reproducción del capital. Sin embargo, para Holloway y Negri el Estado va perdiendo peso en la sociedad capitalista, mientras para el marxismo el Estado es el factor fundamental de dominación política.
Una de las tesis fundamentales de Toni Negri, en Imperio, es que los Estados cada vez tienen menor influencia en la configuración de la sociedad actual. En la nueva fase de desarrollo del capitalismo, se estaría produciendo una desterritorialización de la dominación, donde las grandes corporaciones y los poderes supranacionales son los que ordenan el mundo. El Estado moderno y el imperialismo serían realidades y categorías de un momento anterior, que hoy habría sido rebasado. Para Negri, a diferencia del marxismo clásico, el Estado tiende a perder su peso en el ordenamiento de las relaciones sociales.
Aún reconociendo todo esto, insistimos en afirmar que la construcción del imperio implica un avance en el sentido de desechar toda nostalgia por las estructuras de poder que lo precedieron y de repudiar toda estrategia política que implique retomar al antiguo ordenamiento, como tratar de resucitar al Estado-nación para protegerse contra el capital global. Sostenemos que el Imperio es mejor del mismo modo que Marx sostenía que el capitalismo es mejor que las formas de sociedad y los modos de producción anteriores a él. La visión de Marx se basa en una lúcida y saludable aversión por las jerarquías parroquiales y rígidas que precedieron a la sociedad capitalista, así como en un reconocimiento de que, en la nueva situación, el potencial para la liberación crece. Del mismo modo, hoy podemos ver que el imperio acaba con los crueles regímenes del poder moderno y también aumenta el potencial para la liberación. (Negri, Hardt; 2000; pág. 40)
Holloway coincide con esto pues argumenta que en el capitalismo, con el desarrollo del mercado mundial y del dinero, se han desterritorializado las relaciones de poder, que las relaciones sociales nunca han estado limitadas por las fronteras nacionales o regidas únicamente por un Estado:
El problema de tal perspectiva es que las relaciones sociales nunca han coincidido con las fronteras nacionales. Las discusiones actuales sobre la "globalización" apenas resaltan lo que siempre ha sido cierto: las relaciones sociales capitalistas, por naturaleza, siempre han ido más allá de los límites territoriales. Mientras que la relación entre el señor feudal y los siervos siempre fue una relación territorial, la característica distintiva del capitalismo es que liberó la explotación de tales límites territoriales, en virtud de que la relación entre el capitalista y el trabajador está mediada por el dinero. La mediación de las relaciones sociales por el dinero significa una completa desterritorialización de esas relaciones: no existe razón por la cual el empleador y el empleado, el productor y el consumidor, o los trabajadores que cooperan en el mismo proceso de producción, deban estar en el mismo territorio. Las relaciones sociales capitalistas nunca han estado limitadas por las fronteras estatales; por lo tanto, siempre ha sido un error pensar el mundo capitalista como una suma de diferentes sociedades nacionales. (Holloway; 2004; pág. 18)
Para Holloway la misma naturaleza capitalista es la base para esta desterritorialización de la dominación, donde las fronteras estatales históricamente no han tenido mayor peso. En cambio para Negri es un momento histórico determinado el que marca el declive de los Estados nación: la fase posmoderna del capitalismo, donde el trabajo industrial pasa a ocupar un lugar secundario, adquiriendo mayor importancia el trabajo cooperativo, comunicacional y afectivo; y donde la soberanía moderna entra en un ocaso siendo reemplazada por un nuevo aparato de mando descentrado y desterritorializado, dirigido por las grandes corporaciones multinacionales, formándose un Imperio que es el que domina a escala mundial. Negri sostiene que la construcción del Imperio es buena en sí misma, pero no buena para sí misma, pues según los autores pone fin al colonialismo e imperialismo, pero construye nuevas relaciones de poder y dominación que pueden ser más brutales que las anteriores. El papel progresista del Imperio tendría que ver con haber desechado toda nostalgia por las antiguas estructuras de dominación como el Estado nación. Esto posibilitaría que el potencial de la liberación crezca y se globalice, dejando en una etapa previa las luchas nacionalistas a las que les dan un sentido de ser simplemente localistas. Ya no habría pues una contraposición entre lo nacional e internacional, es más, manifiesta que el internacionalismo proletario ha cesado pues emerge una multitud global que es el cimiento para el surgimiento de nuevos movimientos sociales que vendrían a ser la base de los procesos de resistencia y lucha. El Imperio vendría a ser la dominación de las transnacionales y los organismos supranacionales con un peso cada vez menos influyente de los Estados.
Para el marxismo la globalización no constituye una nueva etapa del capitalismo, sino una ampliación y profundización de las características del imperialismo. Negri sostiene que el imperialismo caducó y que actualmente vivimos la época del Imperio, como producto de una sociedad globalizada. Es tratado de manera superficial el concepto de imperialismo pues se lo simplifica y reduce a la dominación colonial, cuando fue definido por Lenin como la etapa que marca el paso del capitalismo de libre competencia a capitalismo monopolista, donde los grandes monopolios organizan y estructuran la economía, basados en el apoyo de sus Estados. En Imperialismo fase superior del capitalismo, Lenin va a manifestar que existen cinco características básicas del imperialismo: paso del capitalismo de libre competencia a capitalismo monopolista; creación del capital financiero y la oligarquía financiera; paso de la exportación de mercancías a la exportación de capital; reparto del mundo por las asociaciones monopolistas; y, el reparto territorial del mundo. Estas características lejos de haberse suprimido se han profundizado, pues los monopolios y el capital financiero organizan y dirigen la economía mundial, la exportación de capital se dirige a cada parte del mundo ya sea mediante las fórmulas de inversión extranjera o préstamos otorgados por la banca privada, estatal o supranacional; existe una dominación real de los monopolios de las economías centrales sobre cada rincón del planeta, la política colonial ha sido reemplazado por la semi-colonialidad, pero los rasgos de dominación de unos países y Estados sobre otros no sólo que se mantiene sino que se ha agudizado.
La dominación establecida por un gran imperio a nivel global vendría a ser una rehabilitación de la tesis de Kautsky sobre el ultra-imperialismo, donde se diluye la conflictividad entre las grandes potencias en una serie de acuerdos y reparticiones del mercado; para Lenin existen países imperialistas que pugnan entre sí por hacerse del control de los recursos de las colonias y semi-colonias, algo que es evidente en la actualidad con la penetración cada vez más profunda del capital extranjero en los países de África, Asia y Latinoamérica.
El marxismo manifiesta que el Estado es el aspecto central de dominación política, y que ésta no se atenúa sino que se refuerza con la expansión cada vez más totalizante del capital a nivel global. Es bastante cuestionable el concepto de desterritorialización de la dominación y el peso cada vez menor que atribuyen a los Estados nacionales Negri y Holloway. Si bien es cierto que el peso de las transnacionales es decisivo en el momento actual, éstas tienen patria, un Estado que las cobija y que vela por sus intereses. El Estado es el responsable fundamental de realizar "acuerdos" jurídicos con otros Estados para alentar los procesos de acumulación como ocurre con los tratados de libre comercio por ejemplo, o con la introducción de leyes destinadas a favorecer a las mega-corporaciones. El Estado es el encargado de salvar de las crisis financieras a los grandes bancos y monopolios como ocurrió con la última crisis en Europa y Estados Unidos; además, es el principal recurso de fuerza utilizado para invadir otros países y asegurarse sus recursos como ocurre en la actualidad en varios países de África y Asia, y como ocurrió con la invasión estadounidense a Irak y Afganistán. El Estado conserva un papel central como mecanismo de dominación y fuerza y como garante de que los procesos de acumulación de capital se cumplan. Además que negar la existencia del Estado significaría negar que existen varios países que controlan y oprimen a otros.
Otro punto de discrepancia entre el marxismo clásico y la propuesta de Holloway tiene que ver con el tema del poder y el Estado. Los argumentos de Holloway están más cercanos a los planteamientos del anarquismo que a los del marxismo, pues para él los sectores explotados deben renunciar al poder político como tal.
Los movimientos revolucionarios inspirados por el marxismo siempre han sido conscientes de la naturaleza capitalista del Estado. ¿Por qué, entonces, se han concentrado en el hecho de ganar el poder del Estado como el medio para cambiar la sociedad? Una respuesta es que dichos movimientos con frecuencia han tenido una visión instrumental de la naturaleza capitalista del Estado. Habitualmente lo han tomado como un instrumento de la clase capitalista. La noción de instrumento implica que la relación entre el Estado y la clase capitalista es externa: como un martillo, la clase capitalista manipula ahora al Estado según sus propios intereses; después de la revolución, éste será manipulado por la clase trabajadora según sus propios intereses. (Holloway; 2004; pág. 17)
Holloway va a criticar las experiencias de China y la Unión Soviética, manifestando que de manera positiva mejoraron las condiciones materiales de vida de su población, disminuyendo las desigualdades sociales, pero argumenta que estas no lograron crear una sociedad autodeterminada y libre. El problema en ese sentido para Holloway es que al querer hacer una revolución mediante el Estado, se limita el potencial revolucionario de las masas.
El asunto de la toma del Estado para Holloway significa una canalización de la revuelta lo que llevaría a una instrumentalización y jerarquización que empobrecería la lucha, los sueños por una sociedad nueva sería "filtrados" a una readecuación del Estado como exponente fundamental del ideal moderno, pues una búsqueda del poder significaría crear otro poder que mantendría nuevamente relaciones de dominación. Para Holloway lo que está en debate no es la toma del poder sino "como crear un mundo basado en el reconocimiento mutuo de la dignidad humana, en la formación de relaciones sociales que no sean relaciones de poder". (Holloway; 2008; pág. 9). Por lo tanto propone luchar contra esta concepción "realista" del poder y suplantarla por un antipoder como centro de la actividad revolucionaria que encontraría su máxima expresión en las propuestas de los zapatistas mexicanos, quienes vendrían a ser el exponente concreto de este nuevo movimiento no sólo como estrategia sino como reconfiguración epistemológica de lo que realmente sería el poder. Este antipoder sólo tiene sentido para el autor en la medida en que éste está arraigado ya en la vida cotidiana, es decir es un asunto de todos los días por lo tanto es más radical que la toma del poder.
Para Holloway este antipoder viene a ser la representación real de una revolución. Se reproduce de alguna manera una visión ingenua sobre el poder, pues el Estado capitalista liquidará sin ninguna duda fórmulas o variantes que representen un peligro real a su dominación. Una revolución de por sí es un acto de poder, renegar de ello significaría mantener las relaciones previas de dominación en lo ideológico, económico y político.
¿Por qué los antiautoritarios no se limitan a clamar contra la autoridad política, contra el Estado? Todos los socialistas están de acuerdo en que el Estado político, y con él la autoridad política, desaparecerán como consecuencia de la próxima revolución social, es decir, que las funciones públicas perderán su carácter político, trocándose en simples funciones administrativas, llamadas a velar por los verdaderos intereses sociales. Pero los antiautoritarios exigen que el Estado político autoritario sea abolido de un plumazo, aun antes de haber sido destruidas las condiciones sociales que lo hicieron nacer. Exigen que el primer acto de la revolución social sea la abolición de la autoridad. ¿No han visto nunca una revolución estos señores? Una revolución es, indudablemente, la cosa más autoritaria que existe; es el acto por medio del cual una parte de la población impone su voluntad a la otra parte por medio de fusiles, bayonetas y cañones, medios autoritarios si los hay; y el partido victorioso, si no quiere haber luchado en vano, tiene que mantener este dominio por medio del terror que sus armas inspiran a los reaccionarios. ¿La Comuna de París habría durado acaso un solo día, de no haber empleado esta autoridad de pueblo armado frente a los burgueses? ¿No podemos, por el contrario, reprocharle el no haberse servido lo bastante de ella? (Engels, 2000)
La teoría marxista del Estado en primer lugar no busca "tomar el poder", es decir hacerse del control del Estado capitalista, sino crear su nueva forma de poder, construir un propio Estado que vele por los intereses de las mayorías trabajadoras. El marxismo no busca la toma del Estado burgués sino su abolición. Esto es expuesto claramente por Lenin en El Estado y la Revolución tomando algunos de los aportes de Engels.
El Estado burgués no se "extingue", según Engels, sino que "es destruido" por el proletariado en la revolución. El que se extingue, después de esta revolución, es el Estado o semi-Estado proletario. En segundo lugar, el Estado es una "fuerza especial de represión". Esta magnífica y profundísima definición de Engels es dada aquí por éste con la más completa claridad. Y de ella se deduce que la "fuerza especial de represión" del proletariado por la burguesía, de millones de trabajadores por un puñado de ricachos, debe sustituirse por una "fuerza especial de represión" de la burguesía por el proletariado (dictadura del proletariado). En esto consiste precisamente la "destrucción del Estado como tal". En esto consiste precisamente el "acto" de la toma de posesión de los medios de producción en nombre de la sociedad. Y es de suyo evidente que semejante sustitución de una "fuerza especial" (la burguesa) por otra (la proletaria) ya no puede operarse, en modo alguno, bajo la forma de "extinción". En tercer lugar, Engels, al hablar de la "extinción" y -- con frase todavía más plástica y colorida -- del "adormecimiento" del Estado, se refiere con absoluta claridad y precisión a la época posterior a la "toma de posesión de los medios de producción por el Estado en nombre de toda la sociedad", es decir, posterior a la revolución socialista. (Lenin; 1998; pág. 21)
La teoría marxista manifiesta claramente que el Estado no se toma por parte de la clase trabajadora, sino que debe ser destruido. El proletariado construye su propio Estado haciendo añicos primeramente el Estado burgués mediante una revolución violenta, lo que significa destruir su institucionalidad y sus fuerzas represivas. En ese momento el proletariado crea un nuevo Estado que sirve necesariamente a sus intereses, pues el socialismo es una sociedad donde todavía existen clases, a medida que se avanza en la construcción socialista y empiezan a desaparecer las clases, el Estado simplemente cumpliría una función administrativa y comenzaría a ser superfluo pues su variante represiva quedaría anulada, abriendo paso a la sociedad comunista, es decir el Estado se va extinguiendo. El Estado burgués en la tradición marxista debe ser abolido, mientras que el Estado socialista se extingue pues dejan de existir las clases.
Entre la sociedad capitalista y la sociedad comunista -prosigue Marx- media el período de la transformación revolucionaria de la primera en la segunda. A este período corresponde también un período político de transición, y el Estado de este período no puede ser otro que la dictadura revolucionaria del proletariado. (Lenin; 1998; pág. 111)
Es decir el Estado no puede ser abolido de un plumazo si las condiciones que lo hicieron surgir -las diferencias de clase- no empiezan a desaparecer. Una revolución es un acto de autoridad, y sobre la fundación de un nuevo poder radica la base de la destrucción de las viejas relaciones de poder. Esa revolución se desarrolla bajo una nueva forma de poder que es la dictadura del proletariado, que significa dominación política de las masas trabajadoras e implica expropiación de los medios de producción y desarrollo de nuevas ideas y formas de organización radicalmente distintas a las establecidas por la burguesía.
Es decir el Estado no es algo que debe únicamente juzgarse desde la moralidad como algo bueno o malo, sino que es clave tener una comprensión científica sobre éste, entender que es una representación y un sostén a las relaciones sociales que se generan, que es producto de ello y no su causa. Es decir un Estado dirigido por los explotadores va a servir sin duda a sus intereses, pero un Eestado dirigido por las amplias masas va a servirlas a ellas, no entender eso significa borrar las disparidades y desigualdades existentes. Renegar de la dominación política de las grandes masas explotadas sobre los explotadores significa en la práctica hacer una apología del capitalismo donde se borrarían pacífica y lentamente los antagonismos pues el mundo no se transforma por consenso. La dictadura revolucionaria del proletariado implica dominación de la mayoría sobre la minoría, buscando acabar con las desigualdades clasistas y llegar a una sociedad comunista.
Las concepciones de Negri, Holloway y el marxismo difieren también en cuanto a la definición del sujeto revolucionario y la estrategia política contra el sistema capitalista.
Para Negri ya no es suficiente hablar de proletariado, pues las condiciones actuales del capitalismo han ubicado en un papel secundario a esta clase. Es así que primero es necesario ampliar la categoría de proletariado.
Sostendremos que entre las diversas figuras de la producción activa actual, la figura de la fuerza laboral inmaterial (dedicada a tareas relacionadas con la comunicación, la cooperación y la producción y reproducción de afectos) ocupa una posición cada vez más central, tanto en el esquema de la producción capitalista como en la composición del proletariado. Nuestra opinión es que todas estas diversas formas de trabajo están de algún modo sujetas a la disciplina capitalista y a las relaciones de producción capitalistas. El hecho de existir dentro del capital y de sostener el capital es lo que define al proletariado como clase. (Negri, Hardt; 2000; pág. 47)
En segundo lugar habría que precisar, según Negri, que no estamos ante luchas de carácter estrictamente nacional, ni tampoco luchas internacionalistas clásicas, sino que estaríamos presenciando el aparecimiento de los movimientos sociales como nuevo actores donde se diluye la diferenciación entre lo económico y lo político.
Tendríamos que poder reconocer que éste no es el advenimiento de un nuevo ciclo de luchas intemacionalistas, sino que estamos más bien ante la aparición de una nueva calidad de movimientos sociales. En otras palabras, tendríamos que poder reconocer las características fundamentalmente nuevas que presentan todas estas luchas, a pesar de su diversidad radical. En primer lugar, cada lucha, aunque esté firmemente arraigada en las condiciones locales, inmediatamente salta al nivel global ataca la constitución imperial en su totalidad. En segundo lugar, todas las luchas destruyen la distinción tradicional entre luchas económicas y luchas políticas. Ahora, las luchas son a la vez económicas, políticas y culturales y por lo tanto son luchas biopolíticas, luchas por la forma de vida. Son luchas constitutivas que crean nuevos espacios públicos y nuevas formas de comunidad a las formas de lucha del proletariado (Negri, Hardt; 2000; pág. 49)
Para Negri el sujeto ya no sería el proletariado sino una multitud que se ha convertido en una realidad tangible, en sujeto político que se manifiesta públicamente. Sus manifestaciones son las que lo convierten en sujeto autónomo, es "la carne de la posmodernidad". Para Negri esta multitud se manifiesta en los movimientos sociales.
Holloway se pregunta sin embargo quiénes deben ser los sujetos fundantes de dicha crítica, a lo que se contesta que es la clase trabajadora, pero el da una definición más amplia de la otorgada por la tradición marxista en cuanto a clase social, pues engloba a varios tipos de trabajadores donde se da un proceso de fetichización basado en la separación entre objeto y sujeto. Para Holloway no es posible definir el sujeto crítico revolucionario porque es indefinible, pues toda definición implicaría subordinación, la insubordinación estaría dada por la indefinición, por el desbordamiento, por el rechazo a ser clasificados, es decir un grito de no-identidad. No existiría ninguna fuerza positiva a la que aferrarse, pues el sujeto crítico revolucionario estaría persistentemente deviniendo en la sociedad capitalista, un ser y no ser constante. Por ello no acepta la ubicación específica del sujeto crítico en una clase determinada pues esta no puede definirse porque la realidad está cambiando constantemente. El paradigma de la lucha social actual vendría a ser el EZLN, un movimiento que no busca el poder y que construye sus propias lógicas y hábitos.
Para el marxismo el sujeto revolucionario es el proletariado, lejos de un intento de reificación de dicha clase, Marx le atribuye ese papel de una manera científica basándose en el papel que ocupa en la sociedad capitalista, pues al estar desprovisto de toda propiedad no busca sino acabar con la esencia histórica de la explotación: la propiedad privada de los medios de producción. Para Marx el sujeto revolucionario es el proletariado por sus condiciones constitutivas como clase y al ser éste el que puede oponerse de manera profunda a la dominación capitalista. Otro elemento que es importante indagar en este aspecto es sobre cómo define Marx a una clase social, y si bien establece que tiene su base en las relaciones de producción, no se restringe únicamente a ello. En ese sentido cabe señalar la diferencia existente entre origen de clase y posición de clase, donde están presentes elementos como la ideología, la política y la cultura. Es decir una clase social o un individuo perteneciente a ésta tiene un origen que está basado en su ubicación en la estructura económica de la sociedad, pero ello no es lo único, pues una clase se constituye no sólo en esa esfera sino de manera más amplia, donde median sus procesos de conciencia y su definición o asimilación ideológica o política, es lo que se denomina en la tradición marxista posición de clase. Es decir un obrero no por el hecho de ser obrero y vender su fuerza de trabajo va a tener una conciencia proletaria y defender sus intereses más profundos como clase, sino que puede tener origen proletario y defender la ideología burguesa, ello ya fue trabajado por Marx y especialmente por Engels cuando caracterizaron a un sector del proletariado inglés como aristocracia obrera. Para Marx la clase dominante recrea su poder no sólo en el ámbito económico sino político e ideológico, lo que permite la penetración de los intereses de clase de la burguesía en las filas del pueblo y el proletariado. Por lo tanto Marx va a concluir que el proletariado para lograr su emancipación definitiva, y con ello la de la sociedad en general, debe pasar de la conciencia en sí a la conciencia para sí. Lenin profundizaría ello cuando, combatiendo el economicismo de la Segunda Internacional, establecía una diferenciación entre lo espontáneo y lo consciente, entre la conciencia puramente económica de los trabajadores y su conciencia política, argumentando que el proletariado sólo podrá liberarse del dominio de la burguesía desarrollándose políticamente, yendo más allá de la búsqueda de reformas económicas, que una consciencia política requiere trabajo político y que el marxismo al ser una ciencia no podría ser asimilada por una vía puramente espontánea. Posteriormente Mao, Gramsci, Althusser, y otros pensadores marxistas profundizarán ello, en el primero en la relación existente entre conocimiento sensorial y racional, y en el segundo en conceptos como los de hegemonía y dirección moral e intelectual. Cabe destacar también la relación que establece el marxismo entre los intereses inmediatos y los intereses estratégicos de clase, donde señala que en el primer caso las clases explotadas pueden pelear reivindicaciones sin mayor nivel de conciencia política, pero que trascender al segundo pase significa haber adquirido dicha consciencia que evidencia en profundidad las características del sistema social vigente, es la ligazón existente entre lo reivindicativo y lo político. El marxismo no excluye las otras variantes de explotación y opresión que sufren los individuos y los grupos sociales en el capitalismo, sino que manifiesta que deben articularse por una lógica anti-capitalista, donde el factor clasista unifica sin reemplazar los aspectos concretos de cada una de ellas.
El marco de lucha desde la tradición marxista engloba lo internacional, pues el capitalismo es un sistema que domina en el planeta entero y es una necesidad que exploten sublevaciones y revueltas en cada rincón del mundo. Sin embargo, manifiesta que la lucha de clases adquiere formas concretas y específicas en cada país que no pueden ser pasadas por alto, y que los sectores explotados deben enfrentar a quienes detentan el poder localmente, formulando y aplicando una estrategia y táctica adecuada para derrocarlos. Lejos de simplemente responder de manera espontánea a las formas de opresión mediante movimientos sociales que simplemente resisten o actúan cuando la coyuntura lo exige, manifiesta que lo trascendente está en dar una dirección consciente a la lucha de los sectores explotados, a potenciar la consciencia política de las masas y guiar todo ese esfuerzo a una revolución que no reniegue de la dominación política para posteriormente construir una sociedad sin clases.
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